viernes, 28 de enero de 2011

LA MILITANCIA, programa Nº 41 del 28 de enero del 2011

Definición del activista y del activismo

No existe, como casi siempre sucede en ciencias sociales, una definición única de activista o activismo. De hecho, existen distintos términos que pueden emplearse para denotar situaciones similares. Así, el concepto de militante es usado de modo algo distinto en las tradiciones anglosajona y francesa; mientras que en la primera se emplea en ocasiones para designar los activistas más dedicados de los partidos políticos y los sindicatos, el uso politológico y sociológico de este término en Francia incluye a quienes participan activamente en todo tipo de grupos y asociaciones orientados hacia el ámbito político6. En todo caso, parece existir un cierto entendimiento común sobre el hecho de que el concepto de militancia queda reservado para aquellos individuos que ejercen un rol activo en el seno del grupo, como ya indicara Duverger (1965). Por otro lado, el uso más común en castellano reserva el concepto de militante para los activistas de partidos y sindicatos, por lo que aquí optaremos por el término, de connotación más genérica, de activista.
Más allá de estas variaciones terminológicas, destaca la casi generalizada ausencia de una definición del activista o del activismo. Trabajos recientes sobre el activismo político (Lichterman
1996 y Teske 1997) asumen la autoevidencia del término activista e, implícitamente, emplean susignificado coloquial.
La cuestión, sin embargo, puede no ser tan sencilla si tenemos que clasificar al conjunto de socios o miembros de una asociación como activistas o no activistas. ¿Se puede establecer una distinción meramente dicotómica entre activistas y no activistas? O ¿es preferible concebirlo como una cuestión de grado y, por tanto, utilizar un continuum para analizar este tipo de comportamiento? En este sentido, al contrario de lo que parece suponer Oliver (1984), nosotros no consideramos que, casi por definición, un activista deba ejercer un papel de liderazgo en la asociación. Existen distintos tipos y grados de compromiso activo en una asociación y algunos pueden incluir elementos o roles de liderazgo y otros limitarse a la contribución activa en tareas cotidianas de la asociación. De esta manera, concebimos el activismo como un continuum y, en buena parte de este artículo, distinguiremos entre activistas de base y activistas-líderes 7. No sólo el tipo de actividades que unos y otros realizan es distinta, los miembros de base y los líderes tienen atribuciones funcionales de muy diverso tipo (véase Knoke 1990a: 51), por lo que es necesario distinguir entre unos y otros.
Otra cuestión relevante es qué tipo de actividades deben ser incluidas en una noción razonable del activismo. Aquí, de nuevo, la literatura especializada es ambigua y no proporciona criterios claros. Prácticamente todo tipo de actividades que se realicen en el marco de una asociación son susceptibles de constituir activismo. Así, Knoke y Wood (1981) y Knoke (1990a:
cap. 9) distinguen varias formas de activismo en las asociaciones, en función de la realización de:
- actividades internas de la asociación (por ejemplo, actividades recreativas o festivas, recaudación de fondos, o tareas de comunicación con y entre socios),
- actividades externas de la asociación (por ejemplo, realización de campañas, de cursos para
no-socios, de actividades de lobby, o de contactos con otras asociaciones) y
- la ocupación de puestos de liderazgo en la asociación (presidente, secretario, tesorero, etc.).
Desgraciadamente, el cuestionario a socios de que disponemos no nos permite replicar exactamente estas distinciones entre tipos de actividades pero, como se verá en próximas páginas, si nos permite acercarnos de un modo u otro a varias de estas dimensiones.
Fuente: http://portal.uam.es/portal/page/portal/UAM_ORGANIZATIVO/Departamentos/CienciaPoliticaRelacionesInternacionales/publicaciones%20en%20red/working_papers/archivos/37_2004.pdf
¿Capacitación del ser humano o tan sólo prepararlo para su militancia social?
31 Dic 2010 | Por humanologia | # Enlace permanente
La militancia equivale a una pertenencia o filiación a determinada ideología, grupo o partido político.
Debemos aclarar que toda militancia, equivale a la pertenencia o filiación a determinada ideología, grupo o partido político, independientemente que esto sea exclusivamente a un partido político, es decir, uno puede ser un activista social, con un significado en este caso equivalente a militante dentro de alguna organización (ejemplo, medioambientales, religiosas, etc.)
Esta situación, inexorablemente genera afirmar determinadas ideas y pensamientos vinculados a una determinada tendencia, y tratar de desechar otras, sean ideas o tendencias.
Ello predispone a luchar para afirmarlas y defenderse de las que otras personas intentarán sostener.
Con lo cual, se originarán en el mundo interior sensible de quienes participan en esas luchas, en primer lugar emocionalmente alteraciones (angustias originadas en entusiasmos y depresiones provocadas por frustraciones). En segundo lugar instintivamente agresividades y defensas. En tercer lugar, dificultades en la vinculación y en la relación afectiva de los grupos que se opongan.
Estas alteraciones en la sensibilidad, se expresarán mediante la capacidad sensorial, con diferentes simbolismos e intelectualmente predispondrán a luchas por las ideas en que cada ideología, grupo o partido político se afirme.
Al mismo tiempo, inevitablemente se originaran reacciones sociales que tenderán a apoyar a determinados ideologías y grupos políticos y desestimar las de otros, con los que han sido “inducidos” a “sentir menos afinidad”.
Esto va provocando competencias, diferenciaciones, comparaciones, discriminaciones y luchas por lograr el poder y la hegemonía de unos partidos políticos sobre otros.
Estos procesos sociales logran generar rivalidades a partir de ideas y pensamientos que en esas condiciones se van parcialmente transformando cada vez más en actitudes y comportamientos fanáticos, que provocan enfrentamientos generando conflictos y violencias instintivas.
La pregunta que hace la Humanologia es esta ¿En qué se va transformando la creación de cada individuo humano, resultante de la cooperación de dos elementos: óvulo y espermatozoide, de la complementación de experiencias diferentes transmitidas por los genes heredados en cada individuo desde el origen del primero en que se inició la humanidad, y por último en qué situación se va transformando la participación de todos los elementos que contribuyeron a la creación de cada una de las personas?.
Procesos vitales todos, sin los cuales ninguna persona llegaría al nacimiento.
En síntesis, mediante la militancia se van originando competencia de ideas opuestas, aunque muchas veces parecidas, y se va desestimando la posibilidad de cooperar y complementarse para lograr capacitarse para desarrollar objetivos comunes que respeten las diferentes ideas.
Es decir, en vez de favorecer la evolución de la humanidad, se van provocando revoluciones y hasta guerras de ideologías, que además de matar seres humanos creados con sentimientos, restan valor al desarrollo y afirmación de la condición humana que dio origen a la creación de cada componente de la sociedad.
Hasta la actualidad, en las diferentes sociedades mundiales y en todos los países, se estimula y prima el desarrollo de determinados partidos políticos y la militancia para afirmar sus ideas.
La resultante es la demostración evidente de situaciones generadoras de resentimientos, odios, rencores, desprecios y venganzas, que son manifestadas con diferentes formas e intensidad de violencias destructivas.
Estas reflexiones tienen por objetivo, más que “unificar criterios e ideas políticas”, proponer una capacitación humana en cada componente de los partidos políticos para que aprendan a cooperar, complementarse en el ejercicio de sus diferentes ideas y participar en un mundo muy complejo y conflictuado para dar origen a un mejoramiento sensible y humano de sus componentes, que favorezca conciente y responsablemente a la evolución de la humanidad, y reduzca sus tendencias instintivas, inconscientes e irresponsables de las consecuencias destructivas que hasta el momento actual, provocan situaciones tan destructivas.
Claro está, que quienes deseen afirmar el Derecho Humano y Social a vivir y a convivir con responsabilidad y respeto de sus semejantes, tendrán que enfrentar la irresponsable, injusta e inhumana lucha por tener la hegemonía del poder, empleando la tecnología para el desarrollo de la economía y de la construcción de armas para predominar sobre los demás, con la excusa y la justificación de lograr la paz y la igualdad entre los seres humanos.
Fuente: http://blogs.clarin.com/ser-humano-conocimiento-y-valoracion-de/2010/12/31/%C2%BFcapacitacion-del-ser-humano-o-tan-solo-prepararlo-para-su-militancia-social/

Que es un militante?
Quiero compartir con todos, esto que escribió JOSE PABLO FEINMANN sobre que es un militante:
Un militante cree en la solidaridad social. No es un "individuo" en el pobre sentido
que del individuo tiene el liberalismo burgués. Sabe que su individualidad se realiza en el grupo. Su incorporación al trabajo, a la producción, a su grupo de pertenencia, a su clase social, lo incorpora a la solidaridad, al compañerismo, a la amistad sincera. Para decirlo claro: lo humaniza. Un militante es un ser en constante proceso de humanización. Su militancia lo hará mejor padre, mejor hombre de su mujer, mejor amigo de sus amigos. Sabe que habita este mundo para luchar junto a los demás, no para usarlos.
El militante respeta el trabajo. No porque sea un sometido, sino, porque sabe que en el trabajo está su poder, su organizatividad y el sentido final de su militancia: la justicia social. Y también porque sabe que por fuera del trabajo, no sólo está la miseria económica, sino la otra: la social y la humana. La que hará de él un apartado, un egoísta, un resentido y hasta un delincuente.
El militante, cree en una verdad que lo trasciende y da sentido a su vida.
Esta verdad es su ideología, la ideología que comparte con sus compañeros y expresa su lucidez.
La ideología que hace de él un sujeto y no un objeto de la historia.
La ha amasado, a esta ideología, durante años, la ha padecido, la ha cuestionado, la ha asumido cotidianamente. Porque cotidianamente intentan quitársela, se la oscurecen y deforman desde las pantallas de la TV o desde las radios. Aparecen allí, frente a él, en su hogar, hombres cultivados, con buenos modales, racionales hasta el asombro y vértigo, implacables, que le dicen que no, que está equivocado, que todo está bien, o que todo está mal, pero que, en todo caso, nada está como él cree.
¿Cómo lucha contra toda esa insidiosa verborragia? Hablando con sus compañeros. Buscando la verdad donde está: en el grupo. Porque cuando los militantes son esto, militantes, y están unidos por sus intereses comunes, la verdad es una tenaz corriente eléctrica que los recorre y los une aniquilando el discurso del enemigo.
Porque es cierto (según postula un diabólico axioma del pensamiento autoritario) que mil repeticiones hacen una verdad. Pero no es menos cierto que mil repeticiones pueden también aburrir, transformarse en un sonido apenas desagradable y persistente. En suma inaudible.
El militante es un hombre que tiene una razón para vivir. Y más también. Cierta vez dijo Camas " Una razón para vivir es una razón para morir”. El militante, en efecto, puede llegar a morir por su causa. Pero en Argentina - hoy a esta altura de nuestra experiencia y de nuestro dolor- habrá que afirmar tenazmente que el momento más alto de realización de un militante es su vida (cualquiera de los infinitos actos en que su militancia lo ha comprometido) y no su muerte.
La deshumanización acecha también al militante. Puede transformar su ideología en dogma, en obstinación y autoritarismo. Puede creerse más heroico. Puede confundir el desprecio por la vida con el coraje. Puede enajenarse en su lucha. Puede olvidar las pequeñas cosas en nombre de los grandes ideales. Puede olvidar que los grandes ideales se persiguen y se conquistan para posibilitar las pequeñas cosas. Puede llegar a considerarse sólo el eficaz cuadro de una organización. Y hasta puede llegar al extravío de exigir también eso de los demás.
Puede llegar a realizar esta frase de Brecht: " Nosotros que nos unimos para luchar por la amistad entre los hombres, no supimos ser amigos”.
El viejo problema de los medios y los fines se agitan detrás de éstas ideas.
Pero si la militancia ha de servir para humanizar al militante, los fines deberán estar presentes en todos los medios. Porque el militante está vivo hoy, y es hoy, en cada uno de los actos que realiza para conquistar una sociedad más justa, donde están enteramente en juego su humanización o su envilecimiento.

Fuente: http://elplantel.blogspot.com/2007/07/que-es-un-militante.html

LA MILITANCIA EN LA ORGANIZACIÓN DE NUEVO TIPO
Javier Elorriaga Berdegué
Salirse de la lógica del poder, de su tablero y de su calendario, y a la par construir teniendo en mente que se está sembrando para que otros sean los que cosechen, sólo se puede hacer con humildad, paciencia histórica y la seguridad de que lo que estamos construyendo es correcto, aunque no se vean los frutos en el corto plazo. Seguramente el militante tendrá que oír a lo largo de su vida muchos "así no se puede", "por ese lado sólo te aíslas y no pesas políticamente", "la gente no te hace caso si no les planteas algo más concreto", "si no tienes una propuesta acabada para qué te va a escuchar la gente", "sin poder no cambias nada", etc. Por eso el militante tiene que estar muy conciente de que no sólo está luchando contra el actual sistema de explotación y exclusión, sino sobre todo de que tiene que luchar con otras herramientas y bajo otras reglas que las que el poder ha impuesto. Y en tanto que esas reglas apenas las está construyendo, muchas veces su actividad lo hará no sólo enfrentarse al Poder, sino a recibir las críticas más fuertes por parte de quien también está luchando, con viejas reglas y métodos, contra ese mismo poder.
Así pues, el militante se puede encontrar con que su forma política de actuar la mayoría de las veces no es entendida, ni compartida, por otros luchadores. Pero eso en realidad no debe causarle muchos problemas si su conciencia y la práctica política de su organización lo fortalecen en el trabajo diario. De hecho, las críticas las tiene que escuchar y analizar para no caer en la soberbia de pensar que todo lo que hace es correcto y no puede aprender nada de los demás, lo que lo alejaría poco a poco ya no de otras organizaciones, sino del pueblo mismo con quien debe estar siempre caminando hombro con hombro.
Pero aparte de estas razones, hay otra más por la que el militante tiene que estar muy claro del ca-mino que voluntariamente escogió. La construcción de una organización rebelde, que busca realmente ayudar a destruir el actual sistema de explotación y exclusión que vivimos, llevará a que tarde o temprano esos mismos miembros vivan no sólo las formas más directas de represión por parte del Estado, sino muchas presiones más del propio sistema político, económico y social en que dicha organización y sus militantes se mueven. A lo largo de la historia se ha demostrado que la represión abierta en sí no puede terminar con la rebeldía, siempre quedará alguna semilla y alguien dispuesto a cultivarla. No sucede lo mismo con otras armas que adquiere el sistema, tal vez menos directas, pero igual de destructivas a la larga y que, por lo menos en nuestro país, son las que han destruido a la mayoría de las organizaciones que buscaban cambiar de fondo las relaciones políticas, económicas y sociales: hablamos de cómo el sistema político se va refuncionalizando conforme el tiempo transcurre y cómo en esa refuncionalización va aplicando métodos de cooptación frente a quienes lo combaten, logrando así ir incorporando poco a poco a la oposición, primero en su práctica, y después en su conciencia, al sistema mismo, hasta quitarle toda posibilidad real de rebeldía y por lo tanto de transformación radical de la realidad. Engullirlas pues, sin necesidad de masticarlas. ¿No fue lo que logró el sistema político mexicano, con dos representantes que ejemplifican muy bien estas mismas caras del Poder, Reyes Heróles y Gutiérrez Barrios, uno con la guerra sucia, las torturas y desapariciones, el otro con la "legalización" de varios grupos políticos, en la década de los setenta y ochenta del siglo pasado? Represión e incorporación, igual de letales en sus objetivos contra la oposición al sistema.
El camino es pues muy difícil para el rebelde. Es por eso, precisamente por eso, que quien decida militar en una organización de nuevo tipo, rebelde, que esté dispuesta a no jugar en el tablero del poder, tiene que estar muy conciente de que será, más que un actor político, un sembrador de semillas, es decir, que los frutos de su rebeldía y de su lucha tal vez no los llegue a ver, que no hay recompensa pues, más que la satisfacción del deber cumplido. Y eso se puede decir muy bonito, pero si no se tiene plena y concientemente asumido, es sumamente difícil cumplirlo día a día en el trabajo que implica construir una organización política que no lucha por el poder, pero sí por "iniciar, seguir, acompañar, encontrar y abrir espacios para algo y para alguien, nosotros incluidos."

Por eso la segunda cosa que le da su esencia a la militancia es que ésta es mucho más que una cuestión individual. Si bien se parte de una convicción individual, la militancia tiene que entenderse, y sobre todo practicarse, como una actividad colectiva. Si realmente entendemos que el rebelde siembra las semillas para un fruto que otros recogerán, entenderemos también que con unas cuantas semillas no basta, que hacen falta muchos sembradores para que nuestros intentos algún día fructifiquen. Por eso el rebelde individual es muy encomiable y una necesidad como punto de partida, pero el rebelde se tiene que organizar junto con otros rebeldes y confiar en que si uno cae, muchos más seguirán. La confianza en el otro es del mismo calibre que la confianza de un futuro mejor para todos. Si en momentos dados no podemos dejar de lado lo que pensamos que es correcto y escuchar lo que otros están diciendo, comprendiendo que al igual que nosotros no ganan nada para sí mismos con esta lucha puesto que están sembrando para un futuro que no les tocará, entonces tal vez seremos muy rebeldes, pero seguiremos llevando en la médula el viejo sistema que intentamos destruir, ese que está basado en el individualismo, en el mejor presente individual sin importar para nada el futuro colectivo; nuestras semillas estarán marchitas pues. La militancia entonces tiene que ayudar a que el rebelde escuche, más que hable; consense, más que imponga; acompañe, más que vanguardice

La militancia necesita entonces irse construyendo en colectivo, en un proceso que va íntimamente ligado al proceso mismo de construir la organi- zación que se quiere de nuevo tipo. Se llega a la organización con muy buena voluntad, pero ahí dentro, junto con los demás compañeros y compañeras hay que ir aprendiendo a ser un militante de nuevo tipo, a ir construyendo y fortaleciendo lo que llamamos el espíritu de cuerpo. Tal vez algunas ideas que teníamos choquen con la realidad organizativa, entonces hay que tener confianza en el colectivo para ver porqué sucede esto, en lugar de inmediatamente decir que las cosas están mal y que hay que cambiarlas. Una vez más, la confianza en los otros es fundamental para este proceso, precisamente para poder incorporar la disposición y el trabajo de cada uno de sus integrantes, evitando así copiar otra de las esencias del sistema social que queremos cambiar, es decir, la estratificación de las personas, que unas valgan más que otras. En una organización política siempre existe el riesgo de que aquellos militantes que más tiempo tienen para el trabajo político y organizativo, empiecen a decidir por los demás, degenerando esto en que al final unos pocos hablan y deciden y todos los demás que sólo escuchan y acatan, o bien decidan salirse, o hacer una corriente interna para entonces intentar también decidir y que otros acaten, o quedarse simplemente en una actitud vegetativa que a la corta lleva a la organización a perder cualquier posibilidad de incidir en un cambio real de las cosas.
La militancia entonces, al igual que la construcción de la organización, tiene que verse como un proceso, como algo que se va adquiriendo de manera personal y colectiva, que se asume de manera conciente y voluntaria, que nos fortalece como organización y nos ayuda a irnos convirtiendo nosotros mismos en mejores seres humanos. Es pues, una tarea de enorme complejidad, pero además es la única posibilidad para que la construcción de una organización política que se quiere de nuevo tipo, realmente lo sea. Y es también, por cierto, un proyecto de vida, algo que no se puede ir separando entre horas de trabajo militante y horas de vida civil, ni un uniforme que se cuelga al salir del trabajo para usarse de nuevo al día siguiente; no, cuando la militancia es verdadera, es permanente, las 24 horas, y al igual que sus sacrificios, nos trae también muchas recompensas, ni más ni menos que el irnos transformando en mejores seres humanos.
Fuente: http://www.oocities.com/rash_mexico/textos/militancia.html
Estudio llevado a cabo entre 2007 y 2008 por CIVICUS: Alianza Mundial para la Participación Ciudadana, la Asociación Nacional de Actividades de Voluntarios (IAVE) y el programa de Voluntarios de las Naciones Unidas (VNU)

El concepto de voluntariado engloba una gama muy amplia de actividades: visitar a un enfermo, distribuir información acerca
del VIH/SIDA, plantar un árbol, defender los derechos humanos. El voluntariado y el activismo social suelen considerarse
esferas separadas, cuando en realidad entre los dos existe una relación dinámica: ambos contribuyen a involucrar a las
personas en el logro de metas tales como los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM).
Al igual que el activismo social, el voluntariado puede responder a objetivos definidos y estar orientado al cambio. Puede
condicionar la agenda, la elaboración de políticas, la toma de decisiones y la representación, pero también promover el
cambio social contribuyendo a la transformación individual y haciendo que las personas que han adquirido una mayor
comprensión o conciencia de una determinada situación modifiquen sus creencias, sus perspectivas y sus comportamientos
habituales.
El voluntariado y el activismo social se sostienen mutuamente a la hora de promover la participación de personas de diversos
entornos. El primero puede ayudarlas a dar el paso inicial que las llevará a involucrarse en el desarrollo a largo plazo. El
activismo social puede ser importante para proporcionar liderazgo, definir áreas de compromiso y movilizar a las personas, y a
su vez depende de las aportaciones de los voluntarios para lograr el cambio que persigue.
Sea por sus rasgos comunes como por los rasgos que los hacen complementarios, el voluntariado y el activismo social
contribuyen a promover la inclusión social porque brindan a los grupos marginados, como por ejemplo las mujeres pobres, la
oportunidad de involucrarse en procesos de desarrollo participativos. Los voluntarios pueden ser reservas importantes de
conocimiento para los programas de desarrollo y también ayudan a diseñar campañas para el desarrollo significativas y
legítimas. Participando en una actividad de voluntariado o de activismo social, o en una que responda a ambas modalidades,
una persona puede empoderarse y adquirir la confianza, las habilidades y los conocimientos necesarios para modificar su
mundo.
Profundizar y sostener la participación implica crear oportunidades distintas y únicas. Las oportunidades de involucrarse
pueden ampliarse con centros de voluntariado, por ejemplo. El impacto renovador puede incrementarse mejorando la gestión
de los voluntarios y aumentando su reconocimiento. Los gobiernos, la sociedad civil, el sector privado y las agencias
internacionales pueden contribuir con la creación de un entorno más propicio para la participación ciudadana.
Los Objetivos de Desarrollo del Milenio se lograrán en 2015 sólo si se involucran los ciudadanos comunes. Este estudio sugiere
que el voluntariado y el activismo social son capaces de fomentar la participación y la diversidad hasta los niveles necesarios
para afrontar con éxito las tensiones y los retos de desarrollo de nuestro tiempo.

FORTALECER LA PARTICIPACIÓN CÍVICA

La participación de los ciudadanos en la comunidad y en el proceso democrático es otra expresión de la acción voluntaria.
Tomar parte en una reunión comunitaria, interactuar con los funcionarios del gobierno local en relación con las necesidades de desarrollo, votar en las elecciones o liderar un equipo de limpieza ambiental son algunas de las vías que conducen a la construcción de comunidades cohesionadas y al fortalecimiento de la gobernanza democrática.
La participación cívica se considera crucial para el éxito de los programas de reducción de la pobreza. Las investigaciones indican que se consigue más efectividad y sostenibilidad en los proyectos cuando se genera sentido de propiedad y cuando se incorporar el conocimiento y las prioridades locales en la etapa de identificación como en las de diseño y puesta en práctica
La participación cívica es considerada crítica para el éxito de los programas de reducción de la pobreza. Las investigaciones indican que contribuye a la eficacia y a la sostenibilidad de los proyectos de desarrollo porque genera sentido de “propiedad” 56 entre los participantes e inocula las prioridades y los conocimientos locales tanto en la etapa de identificación como en las de diseño y puesta en práctica.
Un ejemplo de todo ello es el de Sudáfrica, en cuyos programas los niños aprenden cómo funcionan los procesos políticos y de decisión y adquieren la capacidad de influir en ellos.
La aldea de Kyrdany se encuentra en el distrito de Ovruch, Ucrania. En esta zona la comunidad optó por un enfoque participativo tras el desastre de Chernobyl. Recuerda uno de los líderes:
. Estas agrupaciones de voluntarios que actúan a nivel local y de distrito han identificado las necesidades de la comunidad (acceso al agua potable, remodelación de la escuela, reconstrucción de la clínica de salud) y han elaborado planes para reunir fondos, además de asociarse con distintos niveles del gobierno para dar sostenibilidad a los proyectos. A medida que realizan sus prioridades, los ciudadanos fortalecen la cohesión de la comunidad y desarrollan su sentido de propiedad sobre la recuperación y el desarrollo de la aldea.
Estos casos muestran que el voluntariado es el primer paso de un camino que puede ramificarse en distintas direcciones, ya que pocas personas son activistas por naturaleza. La participación en actividades como las citadas contribuye a la transformación social e individual y ofrece la oportunidad de implicarse en programas de desarrollo. Los activistas sociales pueden tener un papel central en la creación de este tipo de oportunidades al impulsar la movilización de ciudadanos, mientras que el trabajo de los voluntarios es indispensable cuando se trata de prestar servicios, responder a las crisis humanitarias o generar la información de la que depende el activismo social.

CREAR UN ENTORNO PROPICIO

La participación contribuye a fortalecer la confianza y la responsabilidad entre ciudadanos y gobiernos, y al mismo tiempo crea las condiciones para alcanzar la inclusión social y los objetivos nacionales de desarrollo. Los gobiernos deben garantizar marcos políticos a través de los cuales sea posible orientar, planear y distribuir los recursos destinados a los proyectos de promoción tanto del voluntariado y de la participación en general como del voluntariado para el desarrollo. El voluntariado debe figurar entre las prioridades y estrategias de desarrollo de cada país y debe estar tutelado por la ley. De conformidad con la Resolución 60/134 de las Naciones Unidas, los gobiernos deben destinar a las estrategias y las estructuras de voluntariado recursos de los presupuestos nacionales, sostener la instalación de la infraestructura del voluntariado (es decir, redes de centros de voluntariado dotados de personal), y monitorear y evaluar el impacto de los programas de voluntariado en el desarrollo.
Para la sociedad civil el voluntariado y el activismo social tienen un valor intrínseco que va más allá de lo que aportan al logro de objetivos de desarrollo local, nacional o global. Por ello las organizaciones de la sociedad civil deben poner en marcha programas de promoción y concienciación que configuren un entorno favorable al reconocimiento, la valorización y la expresión de los aspectos tanto comunes como complementarios del voluntariado y del activismo social. También deben promover el compromiso entre los diferentes tipos de agrupaciones de voluntariado (organizaciones humanitarias, centros de voluntariado, organizaciones en favor de los derechos humanos, entidades confesionales, organizaciones de voluntarios) para que puedan compartir la información y las prácticas e identifiquen objetivos comunes en los cuales implicarse. El personal debe recibir la capacitación necesaria para administrar programas de voluntariado efectivos, mientras que las organizaciones de base deben empoderarse para apoyar a los voluntarios. Como la falta de información es un obstáculo a la participación, las organizaciones de la sociedad civil deben impartir nociones básicas de educación cívica, derechos humanos, etc. con el fin de involucrar a más personas (y especialmente a los jóvenes) en los procesos de toma de decisiones.

El camino hacia adelante

El (un informe publicado en 2007 sobre el desarrollo en el nuevo milenio) nos dice que hoy hay menos personas que viven en la pobreza, la mortalidad infantil ha disminuido, más niños van a la escuela primaria y más mujeres participan en la política activa. La centralidad de la participación ciudadana en el desarrollo sostenible está ampliamente demostrada y tanto la sociedad civil como los gobiernos y las instituciones internacionales se han al desarrollo participativo. Sin embargo, si hemos de alcanzar en 2015 los Objetivos de Desarrollo del Milenio necesitamos incrementar la participación de los ciudadanos comunes tanto cuantitativa como cualitativamente. Sólo así nos acercaremos a un mundo más justo, equitativo, atento y socialmente cohesionado.
Este ensayo ha demostrado sin lugar a dudas que el voluntariado y el activismo social son capaces de dar a la participación el nivel y la diversidad que exigen las tensiones y los desafíos del desarrollo actual. Las diferentes formas de participación ya hacen aportaciones tangibles a la reducción de la pobreza, el desarrollo sostenible y la inclusión social. Pero para que puedan expresar todo su potencial de cambio en favor del desarrollo humano, la igualdad, la justicia social y la paz, es preciso que los roles comunes y complementarios del voluntariado y el activismo social sean ampliamente reconocidos y apoyados tanto por la sociedad civil como por los sectores público y privado.
El ensayo demuestra también que el voluntariado y el activismo social son una manifestación de lo que los seres humanos tienen en común pero también de lo que arriesgan en común. Son la herramienta a través de la cual personas de diferentes entornos se comprometen para toda la vida con sus comunidades y con la sociedad, pero también una fuerza positiva que impulsa el desarrollo y el cambio y que empodera a las personas. El voluntariado puede ser para muchos el primer paso hacia un compromiso permanente con el desarrollo, mientras que el activismo social aporta liderazgo, delimita áreas de implicación y moviliza a las personas. Y si el voluntariado puede contribuir a arraigar al activismo social en las comunidades locales, el segundo depende del primero Juntos pueden disipar la alienación y la sensación de impotencia experimentadas por personas de diferentes culturas y condiciones socioeconómicas porque fortalecen la cohesión social en las comunidades locales, las naciones, el mundo. Y a través de una multitud de actividades que van desde la satisfacción de las necesidades básicas hasta el abordaje de las causas profundas de la pobreza y la desigualdad, pueden sumarse a las respuestas de los gobiernos ante las crisis humanitarias y los problemas socioeconómicos.
Para aprovechar este enorme potencial de desarrollo conjunto es preciso no solamente conocer a fondo el voluntariado y el activismo social, sino también reconocer las formas de participación propias de cada uno y las dinámicas de las relaciones entre ambos. Esto supone cambiar de perspectiva y modificar conductas arraigadas en nociones estrechas y estereotipadas, pero también comprometerse a identificar objetivos de desarrollo comunes y oportunidades ventajosas para todos los socios, superando las diferencias políticas y aprovechando las sinergias entre voluntariado y activismo social.
Debemos seguir investigando para poder entender y documentar las formas en las que el voluntariado y el activismo social contribuyen al desarrollo participativo y al cambio. Diseñar el mapa de las aportaciones concretas supone interpelar a organizaciones, sectores sociales, países y regiones. Nuevos estudios de caso que comprendan a los movimientos y organizaciones de carácter confesional y a los ejemplos de colaboración entre los gobiernos y la sociedad civil podrían ayudarnos a proyectar formas innovadoras de desarrollo participativo e inclusión.
A todos estos esfuerzos debemos añadir un diálogo fecundo entre las organizaciones de activistas y las que involucran a voluntarios, dentro de la sociedad civil y entre ésta y los gobiernos. Este diálogo podría servir además para impulsar —en los sectores público y privado, y especialmente dentro de la sociedad civil— la puesta en marcha de políticas, prácticas y mecanismos que sostengan y amplíen el espectro de la participación para el desarrollo. Como conclusión de este documento para el debate, CIVICUS: Alianza Mundial para la Participación Ciudadana, la Asociación Internacional de Actividades de Voluntarios (IAVE) y el programa de Voluntarios de las Naciones Unidas (VNU) exhortan a sus organizaciones, a la sociedad civil y a los demás a: Reconocer que juntos el voluntariado y el activismo social pueden ser fundamentales para incrementar y sostener la participación de los ciudadanos en el desarrollo humano y el cambio social. Incorporar esta convicción a sus respectivos valores organizativos y sectoriales, a sus políticas y a sus prácticas, sabiendo que si conocemos a fondo las características que el voluntariado y el activismo social tienen en común, así como las que son interdependientes, podremos liberar tanto a nivel local como en cada país y en todo el mundo un enorme potencial para el desarrollo.

Fuente: http://www.worldvolunteerweb.org/fileadmin/img/wvw/Joint%20Publication_Spanish_print.pdf

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