Perspectivas de la participación
En un sentido básico, la participación se expresa cuando adolescentes y jóvenes contribuyen activamente en los procesos y actividades de sus vidas y ámbitos con capacidad para decidir, intervenir en las decisiones o influir en ellas. Así, la participación deja de ser un concepto unívoco, ahistórico y desvinculado de otras dimensiones. Existen importantes relaciones para el análisis de la participación en cuanto a la relación de las juventudes con la democracia, el sistema político, la orientación a la inclusión, los canales existentes para la propuesta de iniciativas, las modalidades de institucionalización y legitimación de la participación, la resolución de las distancias generacionales y las formas de asociatividad.
Si bien las organizaciones de gobiernos reconocen cada vez más que las juventudes requieren participar en los procesos sociales que afectan a sus vidas y sociedades, las perspectivas de dicha participación son diversas según la forma y el contenido de las políticas de gobierno. Muchas veces se confunde la participación con la consulta dirigida, la transmisión de información unidireccional (Hart, 1993) o la creación de una ley para la juventud. El sesgo adulto-céntrico hace más difícil encontrar mediaciones políticas para los cambios culturales que protagonizan los jóvenes. En los sesgos partidarios prevalecen lógicas de cooptación, frente a las cuales los jóvenes son especialmente refractarios. Todo esto hace urgente tender puentes intergeneracionales como condición del diálogo y la colaboración, donde el espacio para los jóvenes como productores culturales, con sus propios códigos y visiones, no sea meramente ritual. El camino es de ida y vuelta, y también de abajo hacia arriba.
En buena medida, las dificultades para una real inclusión de los jóvenes en canales de participación e incidencia tienen como trasfondo la resistencia a aceptar una redistribución generacional del poder político y económico, y a replantear las bases de la autoridad en nuestras sociedades. La participación involucra una relación de equidad y democratización intergeneracional (Krauskopf, 2003). Los jóvenes tienen un papel central como co-gestores para enriquecer el espacio de la acción pública y el desarrollo democrático. Fomentar la participación juvenil en el diseño, la gestión, el monitoreo de las acciones de su interés y la evaluación de políticas, permite, además, revertir la desconfianza juvenil hacia la institucionalidad y reducir las brechas de comunicación y ciudadanía entre generaciones.
También las formas de asociatividad juvenil condicionan los niveles de participación. La información de las encuestas para distintos países latinoamericanos indica, por ejemplo, altos niveles de asociatividad juvenil en torno a las prácticas religiosas y deportivas. El porcentaje de creyentes practicantes declina a medida que el nivel socioeconómico disminuye. En relación a las asociaciones deportivas, la presencia es mayoritariamente masculina, empieza en la adolescencia y propende más al ejercicio individual y la competitividad que a la creación de lazos o ideales comunes (CEPALOIJ, 2004). En las últimas décadas se han destacado los estudios sobre tribalización con que se destacan grupos informales urbanos como los graffiteros, skaters, ocupas, pokemones y otros]. Tales grupos construyen códigos de diferenciación en la elaboración de procesos identitarios, vías para intervenir en el espacio público local, referentes de pertenencia, modos de cohesión estético-éticos y sus propias alternativas de vinculación a modelos globales. Salir del anonimato con visibilidad y empoderamiento incluye interacciones violentas, transgresoras, apariencias desafiantes, defensa de la territorialidad del cuerpo (tatuajes por ejemplo) y de los espacios que hacen suyos (Krauskopf, 1996).
Otra opción valorada por los jóvenes es la participación en asociaciones de voluntarios. Se expresa en motivaciones éticas donde la gratificación se nutre tanto de aportar bienestar a los demás como de ser reconocidos en ese rol. Se trata de conciliar el esfuerzo personal con el aprendizaje mutuo, desarrollar gratificantes relaciones intrageneracionales e intergeneracionales, visualizar el efecto práctico de los esfuerzos propios y vincularse de modo más horizontal con las organizaciones (Hopenhayn, 2007).
Por todo lo anterior, la participación juvenil no sólo requiere ser entendida desde su relación respecto del sector adulto. También deben reconocerse las formas propias de empoderamiento que construyen los jóvenes y las transformaciones que se han dado en la expresión de los contenidos de la participación juvenil. En la participación con autonomía los jóvenes inician la acción, desarrollan proyectos y propuestas propias, fijan objetivos, metodologías, se expresan si es necesario con sus códigos, y buscan apoyo, asesoría y acompañamiento adulto cuando lo requieren (Krauskopf, 2003).
Fuente: http://www.pensamientoiberoamericano.org/articulos/3/82/0/dimensiones-de-la-participacion-en-las-juventudes-contemporaneas-latinoamericanas.html
A manera de conclusión del análisis de la Participación Juvenil como estrategia para potenciar la ciudadanía en acción, planteamos a continuación su importancia para el desarrollo humano. Nos remitimos a las propuestas del documento Fundación Democracia V Certamen Nacional de Valores 2009 “Manos jóvenes escriben en grande” de la República Argentina.
Una visión fragmentada y parcial de la temática juvenil. Inmersos en este modelo de sociedad global basado en el riesgo, cuando se abordan las relaciones entre la juventud y el desarrollo, normalmente se insiste en exceso en las necesidades de los jóvenes en el terreno educativo, en el acceso al empleo, en los problemas de emancipación familiar o en cuestiones relacionales. Sin embargo, en pocas ocasiones, se estudia en profundidad el amplio espectro de temas relacionados con el acceso de los jóvenes a la ciudadanía y de los factores que determinan su integración como miembros plenos de la comunidad.
La construcción de ciudadanía juvenil. Constituye un proceso mediante el cual los jóvenes desarrollan sus capacidades ciudadanas; pero, además, producen identidad y sentido de pertenencia, construyen espacio público mediante el diálogo y el debate, y fortalecen la práctica participativa reforzando la cultura política democrática de la juventud. Por otro lado, alcanzar la ciudadanía no es algo que los jóvenes logran cuando adquieren los derechos y las obligaciones ligados a la edad, sino que es un proceso dinámico que se expande por medio de las experiencias vitales y las prácticas diarias. En consecuencia, se construye ciudadanía por medio de la acción (que no es otra cosa que la participación ciudadana), y que está vinculada de forma directa con la libertad –el fin principal del desarrollo de los individuos y de los pueblos. En definitiva, la expansión de la ciudadanía es, en esencia, un proceso en el que actúan el sentido de pertenencia a una comunidad y la capacidad de intervenir e implicarse en ella.
Participación Juvenil y Desarrollo Humano. Es innegable que la juventud representa el presente y el futuro de cualquier sociedad. De este modo, el acceso de la juventud a la ciudadanía es un gran reto para las sociedades democráticas y, al mismo tiempo, un elemento clave para el logro de mejores niveles de desarrollo humano. La construcción de la ciudadanía de los jóvenes se debe abordar desde dos enfoques complementarios: por un lado, el enfoque de ciudadanía formal, fundamentado en los derechos y deberes que conforman la ciudadanía social, civil y política; y por otro lado, la idea de ciudadanía como un proceso dinámico y activo, en el que los jóvenes construyen su ciudadanía paso a paso.
Juventud y acceso a la ciudadanía. Es fundamental posicionar la juventud en el centro del triángulo formado por la ciudadanía, la participación y el desarrollo humano, porque, en esencia, el desarrollo humano implica ampliar las opciones de las personas y, por ello, una mayor participación democrática, lo que permite que la población –en este caso la juventud– pueda acceder a una gama mucho más amplia de oportunidades, que mejorarán sus vidas y dignificarán las sociedades. En consecuencia, el principal objetivo que debe plantearse cualquier política pública dirigida a fomentar el acceso y el ejercicio de la ciudadanía por parte de los jóvenes debe orientarse a la formación de sujetos autónomos, teniendo al voluntariado como uno de sus principales ejes y estrategias de desarrollo. Por lo tanto, si se quieren diseñar escenarios alternativos de desarrollo social, se hace imprescindible lograr la participación efectiva de la juventud en la construcción de sociedades más prósperas, más democráticas y más incluyentes.
Compatriotas: Debido a su gran potencialidad de cambio, los jóvenes están llamados a convertirse en actores estratégicos del desarrollo de nuestro país, porque la ciudadanía activa conlleva combinar al mismo tiempo libertad e igualdad. Jóvenes del país, ¡este es su momento! A conquistar los espacios de participación y poder, y así asumir un protagonismo activo y comprometido con un Paraguay con pleno y auténtico desarrollo humano.
Fuente: http://www.abc.com.py/nota/40100-educacion-ciudadana-en-accion-participacion-juvenil-y-desarrollo-humano/
Sitio opinión del sur, de junio de 2009
En América Latina -y en el mundo en general- se habla de la necesidad de una renovación en los cargos políticos. ¿Cómo lograrlo? ¿Cómo hacer que cada vez más jóvenes puedan acceder a cargos públicos electivos? El siguiente artículo explica por qué cada vez menos jóvenes deciden participar en política partidaria y por qué es tan difícil que los nuevos militantes sean electos. Debate: ¿Serviría una ley de cupo sub-35? Opinan el psicólogo Sergio Balardini y los candidatos a legisladores porteños Gonzalo Ruanota, Juan Cabandié y Martín Olmos, todos ellos menores de 35.
En foco
No se trata de localizar un fenómeno que es nacional, regional y mundial. Siempre es muy difícil para un joven acceder a cargos electivos. Uno de los recursos más valorados para un político es su red de contactos y las fidelidades cosechadas a lo largo de su carrera. Los jóvenes, que en general no las poseen, tienen dificultades para llegar a los primeros lugares.
Pero como no podemos analizar todas los parlamentos del mundo, trataremos de ver uno, y que éste sirva como botón de muestra: la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Si observamos su composición, podemos contabilizar a trece legisladores menores de 36 años: siete hombres y ocho mujeres. Esto representa un 22% sobre el total (60), casi un cuarto de sus integrantes. Dato alentador, dado que no hay una ley que obligue a incorporar un porcentaje determinado de jóvenes en las listas.
Sin embargo, como se explicaba antes, los cargos dependen de la red de contactos políticos que vaya construyendo cada candidato a lo largo de su trayectoria militante, así como del poder e influencia que pueda tener sobre otros militantes, sectores o líderes dentro de la organización; también del propio liderazgo partidario que lo perfile como un candidato natural a ocupar el lugar disponible.
En síntesis, todo gira alrededor del capital político acumulado que es lo que permite “rosquear” desde una mejor posición el lugar en las listas, o los espacios disponibles en la gestión pública. Poco se habla de idoneidad o capacidad de gestionar como un factor determinante a la hora decidir quién desempeña un cargo.
Y en este esquema quedan mejor posicionados los elementos más antiguos del partido, en desmedro del sector juvenil. Esto no quiere decir que no haya funcionarios o legisladores jóvenes, pero generalmente su presencia se convierte en la excepción y no en la regla, haciéndolos muy dependientes de la voluntad política de turno para acceder a los puestos.
Sobre el tema también opinó Martín Olmos, 27 años, asignado al décimo lugar en la lista para legisladores del Frente para la Victoria. “Es importante que se generen espacios de gestión que puedan ser ocupados por los jóvenes, ya que generalmente somos quienes traemos los elementos novedosos e impulsamos los cambios que permiten renovar la forma de ver los asuntos públicos”, asegura Martín, vicepresidente de la Juventud Peronista de la Capital Federal. “Pero también -agrega- tiene que haber un marco general abierto y favorable a la participación, que tome a la política como un instrumento para cambiar la realidad. Esto se puede complementar utilizando la discriminación positiva para generar un cupo juvenil.”
Sobre esta cuestión también opinó Sergio Balardini, psicólogo especializado en adolescencia y juventud, y consultor de la Organización Iberoamericana de Juventud y de la Fundación Friedrich Ebert: “El cupo juvenil no es una mala idea en sí, pero hay que ver en qué contexto puede ser aplicado. No creo en medidas sueltas, es necesario que estén integradas dentro de un conjunto y que tengan objetivos concretos con respecto al tema”, opina. “También es verdad que hay espacios, territorios, que tienen que ser conquistados por los jóvenes, mas allá de que los adultos tengan que ceder poder. La síntesis de esto sería una alianza entre adultos renovadores y jóvenes con ganas de participar. Porque hay un segmento grande de jóvenes muy lúcidos que no están dispuestos a dejarse manipular por la vieja política. Son quienes dicen que participan no ‘gracias a’, sino ‘a pesar de’, y están alejados de la política partidaria”.
Sin embargo, no hay que caer en la tentación que nos ofrece la falsa dicotomía entre “vieja política” y “nueva política”, porque existen viejas prácticas que pueden ser reproducidas por los jóvenes, como también nuevos procedimientos susceptibles de ser aprendidos por militantes más experimentados.
¿Pero se pueden hacer propuestas de cambio en este sentido?. Una medida posible sería fomentar la participación de los militantes jóvenes mediante voz y voto en la mayoría de las decisiones relevantes de los partidos: es importante que la decisión de elegir al candidato tenga la suficiente legitimidad de todos los sectores involucrados; una participación más amplia de los jóvenes a la hora de seleccionar candidatos generaría una mayor coincidencia entre la oferta de los partidos y las preferencias de los votantes.
Esto también lo señaló Sergio Balardini: “Creo que las estructuras clásicas de participación, como los partidos políticos por ejemplo, se han convertido en ámbitos de expulsión para la juventud que quiere participar. Y esto se debe en gran medida a que la política ha dejado de plantearse en términos ideológicos, para jugarse completamente en el campo de la instrumentalidad. La falta de una ideología clara que mantenga la coherencia de los partidos a la hora del decir y el hacer, es un factor que atenta contra la participación juvenil”.
Es por eso que en la actualidad se vuelve necesario reformular estrategias que desarrollen valores inclusivos y generen un nuevo proyecto colectivo que interpele a los jóvenes.
Es importante entonces, ampliar el concepto de la participación juvenil -que no se agota en la política partidaria- generando nuevos horizontes de intervención que incluyan a otros sectores de la juventud que tienen militancia no partidaria. En este sentido, una Escuela de Formación Política podría servir como espacio de encuentro, donde se efectúe el traspaso de conocimiento y experiencia de la “vieja guardia” militante a quienes comienzan a hacer sus primeras armas en la militancia.
Muchas veces, la falta de una orgánica que forme a los militantes desde sus comienzos y dentro de la cosmovisión ideológica que puede ofrecer el partido, trae como consecuencia la posterior ausencia de disciplina partidaria y aparecen individuos que por un mayor incentivo material o simbólico se pasan de bando político, dejando de lado la ideología como principio rector de sus decisiones.
Es importante prestar atención a este punto, porque cuando la política pierde su dimensión ética se convierte de un medio en un fin en sí misma, perdiendo el elemento potencialmente transformador que tiene para la sociedad.
Fuente: http://opinionsur.org.ar/joven/Como-hacer-que-nos-elijan
Los jóvenes y la Política
La impresionante reorganización social, a partir de la globalización, impacta en los diferentes colectivos sociales. Es el tiempo segmentado de la posmodernidad, sin percepción de futuro y plagados de olvidos en los que resulta difícil hallar un lugar en el mundo. Aparece la dificultad de proyectar un mañana, muchos jóvenes eluden la mirada del futuro.
Por lo tanto numerosos contingentes de jóvenes son excluidos o bloqueadas sus vías de acceso. De tal modo los jóvenes actúan en protesta que tienen que ver con instituciones o agrupamientos políticos, que se caracteriza por la dispersión y la imposibilidad de plantearse principios positivos de constitución y de referencia a proyectos sociales alternativos.
La participación juvenil en organizaciones con niveles de toma de decisiones es considerablemente baja.
La profesionalización de la política y la promesas incumplidas de la democracia, alentaron la disolución y el desencanto en relación con las posibilidades que ofrece la participación , los políticos aparecen como alejados de la realidad y las necesidades de la gente.
Esta situación se enmarca en las crisis de la política en las sociedades contemporánea. Además los medios de comunicación se han constituido, de la mano de su crecimiento exponencial y alcance público masivo en nuevos espacios de representación y en articuladores de identidades.
El envejecimiento de los partidos políticos contribuye a esta situación.
Pero esto no significa que los jóvenes estén confinados a la vida privada y tengan desinterés por lo público
Hay constancias que han emergido nuevos espacios de reunión y social algunos tienen una finalidad política directa y otra solamente expresiva.
Los jóvenes son más proclives a vincularse o asociarse alrededor de proyectos de gestión concretos y, menos con representación de intereses
Ya no hay contratos políticos o ideológicos sino en la acción de una comunidad emocional y rituales compartidos, fútbol, y rock. Este neotribalismo de fin de siglo se caracteriza por la fluidez del agrupamiento momentáneo y la dispersión.
En el portal del nuevo siglo, el norte parece señalar hacia la lucha por la inclusión.
Fuente: http://www.dbp.org.ar/materiales/files/Jornadas%20y%20Encuentros/Curso%20Animadores%20-%20La%20politica%20y%20los%20jovenes.pdf
La apatía y los jóvenes
por Joaquín Rocha
Psicólogo especialista en Educación para la Comunicación
Etimológicamente, el vocablo "apatía" designa la ausencia de pasiones (páthos = pasión). La Real Academia Española la define como "impasibilidad del ánimo, o dejadez, indolencia, falta de vigor o energía". Se trata entonces de un estado o sentimiento de absoluta indiferencia hacia el mundo y ante todo. Persiste una falta parcial o total de vida afectiva y de la posibilidad de entablar vínculos positivos. El aburrimiento y la rutina acompañan y cierran el círculo vicioso del que la persona se siente incapaz de salir.
Hoy, la apatía ha pasado a ser un sello distintivo de gran parte de nuestros adolescentes y jóvenes. En algunos se percibe a simple vista. Otros han generado ciertos mecanismos desde el "deber ser" ocultándola a través de ciertas conductas esperadas, sólo para seguir consiguiendo o manteniendo un status entre los adultos, ya sean sus familiares o sus docentes. Según Fermín Cabo, miembro del IDB Youth Network México: "Una palabra que no debería existir para la juventud es la apatía; muchos jóvenes se quejan constantemente del entorno, lo que pasa, lo que no pasa, lo que hacen o no hacen los representantes de la sociedad en distintos niveles, etc., sin hacer ni proponer algo. Yo creo firmemente que la energía que posee la juventud debería ser empleada para exigir, impulsar y acompañar los cambios que nuestros países requieren".
Es una verdad que no hay propuestas por parte de ellos, pero, si las hubiera, ¿somos capaces los adultos de oírlas? Antes de esto, ¿no deberíamos, los adultos, la sociedad en su conjunto, las instituciones, replantearnos que clase de entorno les estamos construyendo? La voz del adulto pareciera de por sí estar legitimada, la de ellos no.
La apatía juvenil no desacuerda con la apatía general que vive hoy la sociedad. Una sociedad regida por la "ley de la selva" y, por sobre todo, donde cada individuo ignora a su prójimo, aceptando que su sola voluntad en nada va a contribuir para un cambio positivo en la realidad. El estilo de vida "soft" y emociones "light" impregna a cada uno de sus integrantes. Una sociedad que se rige por un infantil "yo ideal" que no considera al otro y que no puede esperar para satisfacer sus necesidades derrocando al "ideal del yo", donde el esfuerzo, el reconocimiento, la postergación de los logros y la consideración hacía al otro son sus valores.
El licenciado Ezequiel M. Latorre, en su artículo "El adolescente y su educación en la sociedad actual: un problema de comunicación" (www.estudiarhoy.com.ar), nos habla de las presiones que se ejercen sobre nuestros jóvenes. Bien sabemos que sentirse presionado desemboca en parálisis. Presión de los medios de comunicación con su accionar manipulador. Presión de venta de empresas privadas: buscando "por distintos motivos de guiar el gusto de los adolescentes siendo el marketing una buena herramienta para esto, ya que se propone como objetivo básico lograr «robar» una palabra de la mente de sus clientes, de manera que estos relacionen el producto con esa palabra" (autor citado). Por último, presión de la sociedad por la "utilidad" del individuo, donde el entorno social representado por padres y docentes le exigen salir de sus "dudas inconducentes" y guiarse hacia el objetivo del "individuo útil".
"En ocasiones albergo la triste sensación de que las discusiones en torno a los jóvenes se desarrollan en un ambiente de irrealidad, y más se parecen a un debate filosófico mantenido dentro de una brillante burbuja intelectual cuando no se aproximan a un discurso para deleite de quien lo formula. Y entre tanto, el interrogante de los jóvenes sigue siendo el mismo: ¿qué futuro nos espera?" (Tomás Fernández Antuña en La Nueva España) Yo agregaría: ¿qué futuro les estamos construyendo? Nuestras instituciones, en general, ¿representan sus intereses, motivaciones y proyectos vitales? ¿Somos concientes que en unos años ellos serán llamados a tomar decisiones y que aún no les hemos hecho sentir interés por lo público?
"Esta situación de baja participación de los jóvenes ha dado lugar a un discurso que habla de la apatía de los jóvenes. Quizás, el ámbito al que más frecuentemente se hace referencia cuando de apatía juvenil se habla es el de la política." (Julio Bango, sociólogo uruguayo)
Debemos erradicar la apatía fomentando la participación de los jóvenes y ofrecerles espacios que sean de su interés. Pero, por sobre todo, miremos nuestra propia apatía. Tal vez si comenzamos a modificar nuestras conductas, ellos puedan salir de esa "cárcel social en la que parecen sentirse atrapados."
Fuente: http://www.san-pablo.com.ar/rol/?seccion=articulos&id=1308
¿Existe la apatía juvenil? La tristeza es un don del cielo, el pesimismo es una enfermedad del espíritu. Amado Nervo (1870-1919) Poeta, novelista y ensayista mexicano. En medio de la pluralidad donde viven los jóvenes, con su entero dinamismo, su aparente fortaleza emocional, sus sonrisas y sus bullicios, parecería casi increíble creer en la posibilidad de la existencia de la apatía entre ellos; como si todo lo que a su alrededor les pareciera indiferente e inexistente.
Las nuevas generaciones atraviesan un momento de readaptación, el mundo tecnológico parecer congelarlos de frente al calor humano, sus interacciones se dan con mayor frecuencia a través de un medio de comunicación y no de aquellas charlas en grupos, o en la sala de espera del cine, o simplemente en el camino de regreso a casa. Se adaptan a nuevos estilos de vida, aquéllos estilos tan solitarios, tan individuales tocando casi el egoísmo: tan centrados en ellos mismos. ¿No es acaso todo esto una muestra de apatía?
Y cómo entender la apatía en medio de un ser humano en el que se dibuja una primavera fresca; quizás por ese sentimiento aislado que no les permite platicar con sus padres de sus emociones y sentimientos, de sus nuevos aprendizajes, de sus nuevas experiencias, o tal vez, en la falta de motivación hacia los demás, o en su silencio que sólo escucha la música de sus audífonos. Cuántos jóvenes están creciendo y madurando en medio de una sociedad en la que los aparentemente “nuevos modelos de familia” sólo son fracturas de sentimientos, un mes en casa de papá, una pequeña visita a los abuelos; desconocimiento total de los primos y familiares más allegados, porque el divorcio de sus padres sólo les dejó fisura entre ahora dos familias tan suyas y tan ajenas. O tal ven en el entorno escolar se manifiesta una pérdida de atención en sus clases, y su estado de ánimo es representado por las aparentemente rebeldías de no llegar a clase, de no hacer la tarea, de adoptar un lenguaje impropio, de convertirse en un chico aparentemente ajeno al futuro profesional. ¿Cuántas veces hemos puesto atención en la forma de cómo están viviendo los jóvenes? ¿Cuántas veces se ha cruzado por la mente de los adultos la idea de pensar que esa primavera se está marchitando como el otoño a causa de una apatía arraiga en su corazón o en su mente? De las inquietudes juveniles, a los trastornos alimenticios, a la evasión de la realidad a través de algunas copas de alcohol o de la suministración de droga. O tal vez, de la euforia de la asistencia al gimnasio a la pasividad en una recámara o cualquier otro espacio físico, y todo por creer que las nuevas generaciones simplemente “así son”.
Será que verdaderamente los jóvenes de está actualidad son “así”, apáticos, ajenos a los problemas y sucesos cotidianos, o será que se está olvidando que el joven es primavera alegre, sonrosada; porque la sociedad en general se está in visibilizando están tan ocupados en sus propios asuntos, y se ven perturbados cuando alguien se hace visible ante ellos que se justifican diciendo y creyendo: así son éstos jóvenes, ya no son como antes. Por: María Velázquez Dorantes
Por: María Velázquez Dorantes
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