viernes, 18 de junio de 2010

FRIVOLIDAD, programa del 18 de junio de 2010

¿Es una virtud la Frivolidad?

Francesc Torralba filósofo y teólogo español.

La frivolidad es la gran virtud postmoderna. Consiste en no tomarse nada excesivamente en serio, en evitar la confrontación dialéctica, en optar por una cultura de la representación por contraposición a la autenticidad como actitud vital. La frivolidad se relaciona íntimamente con la actitud superficial y epidérmica, con la práctica generalizada de la broma y de la boutade (afirmación categórica e insondable pero que no contiene peso alguno), en definitiva, es la antítesis a la profundidad de espíritu y a la seriedad como actitudes vitales.
Algunos filósofos postmodernos, apologistas del denominado pensiero debole (Pensiero debole = pensamiento débil, se opone al pensamiento fuerte como por ejemplo del marxismo), consideran que es la gran virtud que debemos enseñar a los niños en las escuelas, que es
fundamental para evitar la caída en formas de fanatismos, intolerancias o fundamentalismos, que se debe cultivar, para ello, un pensamiento frágil, desprovisto de ideas fuertes, de sentimientos que tengan hondura o de creencias excesivamente vividas. La frivolidad tiene que presidir la vida pública, las instituciones educativas y, como no, los ámbitos de comunicación de masas.
Esta tesis, muy extendida y muy practicada, se está imponiendo sutilmente en distintos entornos, de tal modo que todo lo que tiene peso, sustancia, ideología, forma de convicción o de creencia, o bien tenga la expresión de un sentimiento intenso u hondo, debe ser ecualizado y tamizado por la virtud de la frivolidad.
La apología de la frivolidad es, sin embargo, contradictoria. Se explica por reacción al fanatismo y a la barbarie, pero la solución a tales lacras sociales no pasa por el cultivo de la frivolidad, que es su opuesto, sino, por el cultivo de auténticas virtudes, entre ellas, la de la prudencia. Frente a tales manifestaciones, no basta con la tibieza moral, no basta con una actitud tímida y permisiva, sino que se debe adoptar una actitud beligerantemente activa, pero, eso sí, sin sucumbir a ningún tipo de violencia, ni físico, ni psíquico.
Es evidente que las convicciones pueden ser peligrosas y que un ser humano nutrido por determinadas convicciones de orden político, social, religioso o económico puede convertirse en un arma mortífera, pero no toda convicción es igualmente peligrosa. Además, la sociedad abierta, el mundo civilizado, el Estado de derecho, sólo pueden subsistir como tales si los ciudadanos que los integran viven en su interioridad una constelación de convicciones fundamentales como el respeto a la vida, a la libertad, a la igualdad, como el sentido de tolerancia y de solidaridad para con los grupos más vulnerables del cuerpo social.
La frivolidad no puede ser considerada como una virtud, porque no es un hábito que perfeccione al individuo, sino un mal hábito que, en ocasiones, tiene graves consecuencias. Acaso, ¿Se puede frivolizar el valor de la vida humana? ¿O el valor de la libertad de expresión, de pensamiento, de creencias o de asociación? ¿Se puede frivolizar el deber de tolerar al otro? ¿Se puede frivolizar o banalizar el mal del inocente, el sufrimiento de un ser humano? ¿Se puede banalizar la muerte de un ser amado?
La frivolidad puede tolerarse cuando lo que está en juego no afecta las estructuras, ni los ejes fundamentales del tipo de sociedades que hemos construido, pero cuando uno se ríe o banaliza determinados núcleos conceptuales o valores esenciales de la vida democrática, la frivolidad se convierte en una pesadilla. Para el frívolo no tiene sentido la diferencia entre lo esencial y lo accidental, entre lo categórico y lo anecdótico, pues todo ello forma parte del mismo universo insoportablemente leve. Y, sin embargo, no es así, pues no todo tiene el mismo valor en la vida humana. Además, el frívolo incurre en una contradicción lógica. Si es consecuente con su actitud, debe evitar de caer en la defensa beligerante de la frivolidad; tiene que ser igualmente frívolo y aceptar que otro pueda considerar frívolamente su frivolidad. Paradójicamente, se desarrollan apologías de la frivolidad con una intensidad y celo que no dejan de maravillarnos.

Fuente: http://www.network-press.org/pdf/es_una_virtud_la_frivolidad.pdf
Juan José Arce, “La frivolidad vence a la urgencia”, La Nación 3 de noviembre de 2009
El comunicador tiene la responsabilidad de mejorar el tratamiento noticioso y dar mayor profundidad a los problemas sociales en los medios de comunicación, porque la batalla en la psique social de los niños y adolescentes se está perdiendo.
La trivialidad cada vez gana más espacio en los medios, a pesar de los lamentos por los altos índices de abstinencia electoral, la falta de participación ciudadana, el aumento de la deserción escolar y el aumento de enfermedades asociadas a la apariencia, como la bulimia y la anorexia.
Domina el imperio audiovisual, el 80 % de las informaciones que recibimos nos llega por la vista.
La imagen es esencial para explicar la ética si deseamos impactar a los niños y adolescentes en nuestras sociedades quienes llaman a gritos el comprender esos alejados conceptos de moral que demandan los adultos, pero que los comunicadores aún no les explicamos.
El reto. En un mundo donde millones de retinas generan hábitos, ideologías y visiones, a partir de una avalancha de informaciones de farándula, requiere de una actitud responsable de los comunicadores para establecer una jerarquía en los contenidos noticiosos para evitar deformar el concepto de civilización que tenemos.
En esa franca lucha entre generaciones por definir el concepto de ética, los comunicadores debemos introducir en la memoria de las nuevas generaciones las imágenes, pensamientos, valores, principios y acciones de bondad hacia el bien general.
La fausta y frívola vanidad distrae la atención, produce cambios y acciones en nuestros niños y adolescentes lejos de bien común, y reta a los comunicadores de la urgencia de dar a entender en el mensaje el análisis de lo qué se dice, cómo se dice y dónde se dice las noticias que impacten las reacciones de las nuevas generaciones para tocar esa psique social en aras de resolver el gran problema de la ética, sin necesidad de imponerla.
Si los periódicos son las universidades de los pueblos, como decía Domingo Faustino Sarmiento, es necesario colocar las informaciones en su justa dimensión porque la frivolidad parece que brilla como el oro, pero es más bien oropel, latón batido, adelgazado y de escaso valor.
Fuente: http://wvw.nacion.com/ln_ee/2009/noviembre/03/opinion2146105.html
Medios de comunicación social y libertad de la persona
2.-LA INFORMACIÓN
La información es un caso concreto de comunicación. La información es una comunicación de algo que el sujeto receptor no sabe.
Los avances técnicos que se han ido sucediendo a lo largo de los últimos años han dado lugar a un increíble aumento de la información, siendo cada vez menor el tiempo que se tarda en dar a conocer un determinado tipo de información y dando lugar así a una autentica avalancha de noticias e informaciones sobre los ciudadanos.
Como ejemplo podemos decir que el volumen de noticias e información que tenía un hombre del siglo XVI durante toda su vida era inferior al que cualquier hombre medio recibe actualmente durante un solo día. Dicha avalancha tiene consecuencias negativas ya que puede producir confusión e incluso atrofia mental, debido a que las informaciones emitidas por los medios de comunicación social son en su mayoría superficiales y desordenadas imposibilitando al individuo que las recibe sacar conclusiones generales y razonar sobre las mismas.
Esta manipulación del individuo se concreta en los siguientes puntos:
-En la información prevalece el canal sobre el mensaje. Esto significa que la importancia de la información se toma a partir del medio de comunicación del que se recibe y no tanto del propio mensaje en si.
-La manipulación, además del contenido, puede también provenir de la forma de presentar la noticia. El lugar que ocupa una noticia (en un periódico en primera plana o en las páginas de atrás) o la extensión del comentario contribuyen a suponer la importancia de las noticias.
-Los receptores también manipulan el medio. Muchas veces el receptor espera ver en el mensaje una confirmación de sus propias ideas.
-Lo llamativo gana sobre lo profundo. Los hechos que tomamos como cotidianos o habituales no representan una atracción para el receptor, al contrario de los hechos que se salen de lo común.
-Prioridad de la rapidez sobre la exactitud. En el mundo de los “mass media” frecuentemente la disputa de los medios de comunicación se da en el momento inicial, es decir cuando se produce la noticia, creándose cierta competitividad por ver quien difunde antes la noticia sin fijarse en los datos que en ella se contienen.
-La información vertida por las distintas “mass media” proceden todas ellas de unas cuatro o cinco grandes agencias mundiales de noticias. Esto facilita la manipulación de la información ya que esta es transmitida en último término por los medios de comunicación social.
3.-LA PUBLICIDAD
La publicidad la podemos entender como el espejo, en los medios de comunicación social, de la sociedad de consumo en la que vivimos inmersos. De esta forma la publicidad se convierte en muchos casos en la máxima representación de los “abordajes” que sufren los receptores de los anuncios, utilizándose como puerta de entrada los instintos innatos del hombre como el deseo sexual o estereotipos previamente idealizados por la misma sociedad.
Así, la mejor forma de protección contra estas agresiones es una cultura suficiente que permita al individuo un análisis instantáneo del anuncio que está recibiendo desglosando sus diferentes elementos. Estos son:
-El objeto. Es el producto que se anuncia: cosméticos, refrescos, coches, vestidos.
-El soporte. Es una persona o cosa que se usa como transmisor de la información que se pretende hacer llegar a los posibles compradores del objeto. Su misión es la de transmitir el significado.
-Las variantes. Son las diversas del soporte que quedan especialmente resaltadas en el anuncio. Estas se eligen cuidadosamente, pues de ellas depende en gran medida que se consiga transmitir el significado que se considera más conveniente a los intereses comerciales.
Conclusión: Los medios de comunicación son importantísimos dentro de la sociedad y del tiempo en que vivimos, siendo utilizada esta importancia en ocasiones para invadir nuestra intimidad. Ante tal agresión debemos adoptar la actitud crítica que nos proporcione nuestro nivel cultural para así valorar la calidad moral de la información recibida.

Fuente: http://html.rincondelvago.com/medios-de-comunicacion-social-y-la-libertad-de-la-persona.html

Fragmento de un estudio español sobre los jóvenes y la política, realizado por el Observatorio del Tercer Ojo.

Sobre la calidad informativa

En correspondencia al rol que se les atribuye, muy a menudo, los jóvenes identifican los medios de comunicación como uno de los grandes agentes responsables -junto con los políticos y los gobiernos-, del escaso interés general por la política. Se considera que los medios de comunicación mayoritarios ofrecen una información de muy poca calidad, a menudo manipulada, a la vez que no adecuan los contenidos ni los formatos a la población más joven. Por ello, a pesar de que consideran que cada vez se tiene acceso a un mayor volumen de información, muchos de ellos afirman no contar con las herramientas necesarias para poder analizar y crearse su propia opinión al respeto.

Creo que lo que nos falta es información, porque todo lo que hay, todo lo que tenemos alrededor, son opiniones que según la radio que escuches será una opinión uno otra. Es que todo es subjetivo y no podemos tener nuestra propia opinión...
(Chico, de 25 a 29 años).

La falta de información afecta también al comportamiento electoral de los jóvenes en cuanto que, según afirman, a menudo ejercen su derecho a voto más por inercia que por convencimiento o ideología.
Por otro lado, la mayoría de jóvenes pone de manifiesto la dificultad de comprender el lenguaje que utilizan los medios de comunicación cuando hablan de política. Algunos señalan la importancia de recibir más formación en este sentido, e identifican claramente la responsabilidad de los políticos y de los medios de comunicación de cara a fomentar la proximidad entre la ciudadanía y la política:

Pero vamos, que yo creo que, en general, la gente no entendemos mucho de política porque no nos facilitan la información ni la forma de conocerla. Te sacan por la tele un informativo que dice ‘hoy en el congreso de los diputados han dicho esto, lo otro, han decidido tal cosa’, y tú lo ves y dices ‘vale’.
(Chico, de 19 a 24 años).

Los jóvenes señalan también una cierta sobrecarga de información que en ocasiones llega a saturarlos. Por otro lado, se considera que transmiten exclusivamente información de interés mayoritario, a menudo banal, que distrae la atención de la información política realmente importante y dificultan la elaboración de un criterio político propio por parte de los ciudadanos/se.

Fuente: http://www.tercersector.net/pdf/publicacions/jovenes_politica_medios.pdf

Lucía Elena Acosta Ugalde. “La estética de la frivolidad. Moda y representaciones contemporáneas”. Revista electrónica Razón y Palabra

Señala Baudrillard (Budrilia) (filosofo y sociólogo francés, murió en marzo de 2007) en La Sociedad de Consumo que la relación que mantenemos con los objetos ya no son de tipo utilitario sino lúdico. Nos seducen los juegos de manipulaciones y objetos ya no son de tipo utilitario sino lúdico. Nos seducen los juegos de manipulaciones y técnicas: el tostador de pan de nueve posiciones, la pantalla de plasma de alta definición, el celular con acceso a Internet y con cámaras integradas.
En concordancia con Lipovetsky (filosofo y sociólogo francés), no se niega que los objetos sean significantes sociales y signos de aspiración. Sin embargo, el punto medular estriba en el consumo de masas que se rige por un proceso de distinción y diferenciación clasista, con una producción de valores honoríficos y emblemas sociales.
Los objetos tienen un marcado valor simbólico. El vestido pasa de ser de un implemento que nos cubre del frío a un objeto que nos sirve para exteriorizar y representar lo que tenemos y, por ende, lo que somos.
Lo interesante en este punto es considerar lo que la moda da a la sociedad contemporánea y lo que recibe de ella. Por otra parte, es innegable que la moda es una industria y marca referentes sobre la significación simbólica del cuerpo: la estrecha vinculación de la industria de la ropa con la publicidad ha transformado a la moda y la fabricación textil en una de las industrias más importantes del mundo, alcanzando cifras de facturación inimaginables y reportando una derrama económica millonaria.
Así, la moda es comunicación, transmite representaciones que no pueden negar su dimensión estética: una estética de la frivolidad.

Fuente: http://www.razonypalabra.org.mx/N/N72/Varia_72/46_Acosta_72.pdf


Gustavo López Montiel, politólogo, profesor investigador y Director de la carrera de en Ciencia Política en el Ítems-Campus Ciudad de México.

Política e hipermodernidad:

los actores políticos se esconden detrás de una mascara de frugalidad, ocultando las identidades creadas y apostando por la necesidad de sancionar emocionalmente las acciones propias y de los demás, evitando el costo del enfrentamiento racional de la discusión pública que la modernidad prometió, reduciendo entonces la acción política a lo político. La política se ha convertido entonces en un ejercicio de frivolidad alentada por no únicamente los medios de comunicación, sino fundamentalmente por lo actores políticos que de esta manera alejan al público del escrutinio de lo realmente sustantivo. Los individuos entran al juego, exigiendo a los medios de comunicación productos acabados para el consumo colectivo, reduciendo la política a la moda y creatividad informativa.
Los actores políticos se han convertido en lo que la televisión les ha dicho, cediendo sus capacidades y contenidos al medio, llevando la discusión pública a los hogares. No es que llevar esa discusión sea criticable, lo que si es reprobable es que los ciudadanos creamos en lo que vemos en televisión es la política como tal. Más aún, que aceptemos la posición cómoda de los políticos de asumirse como la televisión los presenta al público refleja el contenido fútil que el medio construye en torno a la acción política, consolidando la idea de que el mensaje político es el medio.
Regresar a la racionalidad no parece viable, pero lo que si debemos rescatar es el escrutinio de los aspectos más profundos de la decisión política, que se ubican detrás del antifaz autoimpuesto por los políticos en un contexto de hiperconsumo de la imagen.

Fuente: http://www.uam.mx/difusion/casadeltiempo/01_oct_nov_2007/casa_del_tiempo_eIV_num01_52_55.pdf

“La frivolidad como sentido de la vida humana”, Roberto Morejón Rodríguez,
Lic. en Química 1987 y en Psicología y Pedagogía 1991. Master de Orientación Psicológica 1996. Profesor de Psicología en el Instituto Superior Pedagógico de P. del Río (1991-2000). Profesor de Psicología Médica de la Facultad de Ciencias Médicas de Pinar del Río (2001-2003). Actualmente es el Psicólogo de la Consultoría del Centro de Formación Cívica de Pinar del Río.
Uno de los elementos importantes en que se expresa el carácter paradójico de la naturaleza humana es el referido al sentido de la vida, que suele debatirse entre dos extremos: la existencia en sí misma y la existencia orientada a la trascendencia.
Resulta evidente que el ser humano no tiene otra forma de expresar su presencia que existiendo; sin embargo, lo que distingue a las personas en cuanto a este aspecto es el valor, el significado que cada cual otorga a su existencia y, en consecuencia, cómo decide vivir.
Hay personas que sobrevaloran el primer extremo. Son quienes aprecian en demasía, el tiempo y el espacio, el aquí-ahora, las condiciones materiales, la satisfacción inmediata, el confort, la moda, lo banal, la ausencia de compromisos de todo tipo e, incluso, la popularidad. Para ellas los conflictos, las privaciones, el sufrimiento, las responsabilidades y el sacrificio, son asuntos para otros, sin importancia, algo propio de la gente masoquista que gusta de pasar trabajo. A este tipo de personas ni siquiera les preocupa su realización espiritual, lo que pueden legarle a sus seres queridos y a las personas en sentido general. A esta especie de seres humanos se les suele reconocer en Cuba y en el mundo como superficiales o frívolas.
La frivolidad es pues, una manera de ver y vivir la vida y, a la vez, una actitud ante ella, caracterizada por la superficialidad, la inmediatez, la falta de legítimo amor al ser humano, la falta de genuinas motivaciones de autodesarrollo, la carencia de compromisos con otros y con nosotros, el egoísmo, la falta de voluntad para encarar los problemas, el concepto externalista de lo bello y lo bueno y la pretensión ilusoria de que lo único importante en la vida es sentirnos bien y vivir cada vez mejor y más cómodos.
La frivolidad, entonces, es por todo lo anterior, una pseudocultura, una forma de enajenación, un modo de vida que limita el desarrollo personal y la creatividad humana, un mecanismo que favorece el estancamiento social y afecta el hábitat natural del ser humano: las relaciones sociales.
La frivolidad en la actualidad es potenciada por tendencias culturales que destacan el valor de la belleza corporal, la fuerza física, el sexo y el erotismo como medios de triunfo y reconocimiento individual, el confort material, el consumismo, el relativismo ético e ideológico, la búsqueda directa y constante de placer, el snobismo y la subordinación a los dictados de la moda.
No obstante, a pesar de que en los análisis de la frivolidad prevalecen determinantes culturales, este fenómeno tiene un trasfondo e interés político, por cuanto una sociedad predominantemente frívola, desdeña la política, el compromiso social, la defensa ante el daño antropológico, la participación ciudadana responsable en la reestructuración de la sociedad civil, el ejercicio legítimo de los derechos y valores humanos. Por ende, una sociedad que adopta la frivolidad como modus vivendi y fin, es una sociedad susceptible de ser desinformada, manipulada, intimidada y doblegada, sin que siquiera tome conciencia de ello.
El sostenimiento de los patrones culturales e ideológicos típicos de la frivolidad en una sociedad, se garantiza, además de por acciones políticas y culturales, mediante una educación desligada de la realidad, sin pretensiones de desarrollar el razonamiento y la creatividad, centrada en la apropiación de conocimientos puntuales y destrezas específicas, en la saturación con eslóganes políticos y didactismos que provocan, a la vez que una actitud reproductiva del conocimiento, la indiferencia política, la falta de responsabilidad ciudadana, la dependencia social y, al mismo tiempo, la práctica de una existencia enajenada a través de una metarrealidad simplificada, desprovista de complejidades inasumibles, signada por el principio vital hedónico de la búsqueda de placer y la evitación del dolor.
La frivolidad se opone al hecho innegable de que el ser humano y su existencia son inevitablemente complejos, aunque se pretenda hacerlo, nunca podrán simplificarse. La diferencia en el nivel económico y de confort entre una y otra persona, no es posible justificarla y explicarla únicamente por la cantidad de dinero o bienes materiales que posea una u otra, hay que tener en cuenta las capacidades de cada cual, sus valores humanos, la red de apoyo social, las motivaciones de cada quien, entre otros muchos factores. Del mismo modo que, el desear estar con una persona, no siempre es sinónimo de amor, o que llegar a la tercera edad es irremediablemente llegar a la antesala de la muerte.
La frivolidad puede potenciarse también como respuesta ante la falta de perspectiva social de desarrollo personal. La pérdida de la esperanza, la vivencia cotidiana en el sinsentido, en no pocas ocasiones conduce a la postura típica del avestruz, de esconder la cabeza en la tierra, solo que, en este fenómeno, es la persona quien aprecia en la frivolidad un espacio para recrear sus sueños y realizarse, escapando de una realidad social que le es sumamente hostil y restrictiva.
Las consecuencias de asumir la frivolidad como sentido de vida son altamente perjudiciales. Pensemos en aquellas personas que a diario proponen “vivir el momento, no coger lucha, ¡esto no hay quien lo cambie, no te compliques!, ¡obten tu beneficio y no mires para el lado!” o también: “lo tuyo es aprobar, no ser científico; a ti que te paguen, nunca esperes que le pongan tu nombre al trabajo”. Asimismo en planos tan sensibles como el amor, la pareja, las relaciones interpersonales y la familia, la frivolidad es tangible en frases como: “yo quiero pasarla bien contigo, pero no quiero complicarme la vida teniendo otros compromisos” (el compromiso del amor); “hay que unirse a las personas que te resuelvan y te pongan a vivir mejor, los amigos no existen”. O algo más triste: “mi hijo que luche, yo no lo voy a mantener, si se mete en problemas que los resuelva como pueda”. También están los egoístas: “los hijos le complican mucho la vida a uno y yo tengo que vivir mi vida”. En este mismo plano de la familia están los que carecen de todo escrúpulo para litigarle a su madre, su padre o un hermano, la vivienda o una propiedad.
Por otro lado, seguro usted conoce de aquellos jóvenes, adultos o personas de avanzada edad que ante una situación complicada e imposible de evadir, refieren “no poder con eso”, e incluso deciden poner fin a su vida.
Teniendo en cuenta estos y otros muchos ejemplos de la vida cotidiana, ¿cuáles serían los costos de la frivolidad como sentido de nuestra vida? El conformismo, la renuncia al desarrollo pleno de las potencialidades humanas, a valores tan sagrados como el amor, la lealtad, la solidaridad, el sentido de la familia, la responsabilidad paterna y materna, la incapacidad para afrontar la vida y establecer relaciones sociales, los desajustes psicológicos y el suicidio como salida irracional, pero simplista para poner fin al sufrimiento y la frustración.
Sabemos que la frivolidad es inherente a la vida humana, en pequeñas dosis, como la sal, tonifica nuestra existencia, pero equivocar el camino asumiendo la frivolidad como sentido de nuestra vida es deteriorar su calidad y pretender distorsionar su naturaleza y fin.
Para modificar esta realidad, ya de por sí enajenante y perjudicial, se requiere de un proceso de concientización social, de un nuevo tipo de educación, de cambios en los patrones culturales y, sobre todo, de transformaciones en las intenciones políticas con objeto social.
Fuente: http://www.vitral.org/vitral/vitral78/psico.htm

MUNDIAL Y POLITICA INTERNACIONAL:

*Introducción al Artículo basado en el trabajo “Olimpiadas y Copa Mundial de Fútbol: ¿Qué hay detrás de la sana competencia?” realizado por Karina G. García Reyes

** Licenciada en Relaciones Internacionales por el ITESM, Campus Monterrey.

Desde sus orígenes en Grecia, los eventos deportivos de gran escala han tenido una relación íntima con la política; primero, en el nivel nacional y, luego, con el paso de los años, en la esfera internacional. Tanto los Juegos Olímpicos como la Copa Mundial de Fútbol (Encyclopedia Britannica, 2006) han sido medios para manifestar los diversos intereses políticos de los Estados. Según Alexis Vásquez (1991:144-145), los eventos deportivos, en el plano internacional, se han convertido en un excelente escenario para elevar el prestigio de las naciones y reafirmar el poderío de las grandes potencias en donde sus atletas se convierten en “soldados del deporte” o embajadores deportivos de sus respectivos países. Siguiendo esta línea, Robert Kennedy (citado por Vásquez, 1991:1441) determinó la victoria olímpica como un exponente de la potencia de un Estado y una prueba de la bonanza de su sistema social, en donde los países ganadores dan al mundo una prueba visible de fuerza. Así, los eventos deportivos, a nivel internacional, se pueden considerar como una extensión de la política exterior de las naciones, asegurando con ello reafirmar su soberanía, supremacía y una buena imagen de su país en el exterior.

Fuente: http://confines.mty.itesm.mx/articulos6/GarciaK.pdf

Recomendar, lectura obligatoria
“La Fascinación”
Novela del periodista uruguayo Álvaro Ojeda
Crítica a la glorificación de la frivolidad y la decadencia
La sociedad de consumo, en tanto modelo de convivencia nacido del vientre del sistema de acumulación capitalista, suele fomentar la mediocridad y construir apócrifos pedestales, con el propósito de mantener el auge de su cultura hegemónica

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