sábado, 6 de marzo de 2010

Plusvalía (en un acepción general) Programa del 6 de marzo de 2010

Beneficio obtenido como resultado de una diferencia positiva entre el precio de entrada y el de salida en una operación o transacción financiera.

Definición en economía marxista

Es la diferencia entre el valor de remuneración de la fuerza de trabajo del trabajador y el valor generado por esta fuerza de trabajo.

El valor de uso es el valor que un objeto tiene para satisfacer una necesidad. Este concepto se refiere a los rasgos de las cosas gracias a los cuales nos son útiles para la satisfacción de cualquier tipo de necesidad, desde las más biológicas como comer, hasta las más espirituales como las que se refieren al ocio y el mundo de la cultura. El valor de cambio es el valor que un objeto tiene en el mercado, y se expresa en términos cuantitativos, medidos por el dinero.
Dos objetos con diferente valor de uso pueden tener el mismo valor de cambio si así lo determinan las leyes del mercado, por ejemplo un ordenador puede costar lo mismo que una moto.

La fuerza de trabajo tiene un valor de cambio (el sueldo que recibe el trabajador) y un valor de uso (su valor para producir otras mercancías). A su vez, estas mercancías creadas por dicho trabajo tienen, claro está, valor de uso y valor de cambio, pero el valor de cambio que éstas tienen siempre es superior al valor de cambio que tiene la fuerza productiva que las ha creado (al salario). Aunque añadamos a este último valor otras cantidades como las que puedan corresponder a la amortización de las máquinas usadas en la producción, o los costes financieros que el empresario gasta para llevar adelante su negocio, siempre habrá una diferencia. A esta diferencia se le llama plusvalía y es el beneficio del capitalista. Sin este beneficio no habría sociedad capitalista.

Mediante el proceso de la producción, el capitalista persigue dos objetivos: el primero, producir un valor de uso que tenga un valor de cambio, lo que significa producir una mercancía. En segundo lugar, señala textualmente Marx, “producir una mercancía cuyo valor cubra y rebase la suma de valores de las mercancías invertidas en su producción, es decir, de los medios de producción y de la fuerza de trabajo. No le basta con producir un valor de uso, sino necesita un valor mayor” (T I, 148). Si el obrero requiriera de todo su tiempo para producir los medios de vida que son necesarios para su sostenimiento, no le quedaría ningún tiempo libre para trabajar gratuitamente al servicio de otro, sin lo cual no habría plusvalía ni existirían los capitalistas.

Marx decía:
La fuerza de trabajo es en nuestra actual sociedad capitalista una mercancía; una mercancía como otra cualquiera, y sin embargo, muy peculiar. Esta mercancía tiene, en efecto, la especial virtud de ser una fuerza creadora de valor, una fuente de valor y, si se la sabe emplear, de mayor valor que el que en sí misma posee3.

La propuesta del marxismo es la desaparición de la plusvalía, es la idea de que el valor del objeto producido por el productor vuelva a éste; bien sea porque los beneficios se reparten directamente entre todos los obreros, como ocurre en la interpretación cooperativista del socialismo, bien sea porque el Estado los restituye indirectamente al productor en la forma de otros bienes de los que puede disfrutar (carreteras, educación y sanidad gratuitas, subsidios de desempleo, o de vejez, ...), como es el caso de la interpretación más estatalista/comunista.


EXPORTACION DE CAPITALES (TURBOCAPITALISMO)

La exportación de capitales, señalado por Lenin como uno de los rasgos distintivos del imperialismo, llegó a su mayor auge en la era neoliberal. A manera de ejemplo, en 1998 sólo un 2.5 por ciento de las transacciones del comercio mundial eran reales, en tanto que los flujos financieros puros representaban un 97.5 por ciento del total de las transacciones. Con la generalización de las políticas neoliberales, se intensificó la presión sobre los países del Tercer Mundo para que abrieran sus economías a los flujos internacionales de capitales. El FMI, con el respaldo del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, ha dirigido este esfuerzo, obligando a los gobiernos a que liberalicen las regulaciones en cuanto a la inversión extranjera directa y otros flujos de capital.
Estas zonas de exportación o de libre comercio fueron instauradas por primera vez en el decenio de 1970, como una manera de atraer inversión extranjera a los países subdesarrollados. Se caracterizan por tener regulaciones sociales, laborales y ambientales muy laxas (blandas), una mano de obra muy barata e incentivos fiscales y financieros, que incluyen el otorgamiento de terrenos de manera gratuita o con un arriendo bajo, paraísos fiscales y eliminación de controles de cambio.
Parte del paquete de ‘incentivos’ que el gobierno les ofrece a las multinacionales cuando crea las zonas de libre comercio es el derecho a arrasar el medio ambiente, a burlar los estándares básicos del bienestar social y el derecho a envenenar a los trabajadores.
GRUPOS CONCENTRADOS ECONOMICOS
El capital financiero impulsa o incluso impone fusiones entre grupos industriales, a objeto de evitar que la competencia constante conduzca a una baja del lucro capitalista. Surge así, en las alturas del capitalismo, un nuevo protagonista prácticamente con la suma del poder, el grupo financiero que controla simultáneamente bancos, compañías de seguros, industrias, transportes, empresas distribuidoras, cadenas de supermercados, etc. Sin embargo, la competencia no desaparece completamente, se mantiene en los sectores no monopolizados, entre los grandes grupos, etc.
Estos monopolios inician la exportación de capitales, diferencia fundamental con la época anterior, donde la exportación era más bien de bienes y la adquisición de materias primas. Como la tendencia del mercado monopolizado
es al estancamiento, limitando la acumulación del capital, la salida será la exportación a países donde el rendimiento sea superior a la media de los sectores competitivos de los países imperialistas, estimulando la producción complementaria de la industria de origen.

Desde hace unos años en nuestro país y en la mayor parte del mundo industrializado los trabajadores y sus sindicatos asisten impotentes a la destrucción del tejido industrial, al desmantelamiento de regiones enteras, al cierre de empresas emblemáticas, algunas con beneficios enormes, que trasladan la fabricación a países con mano de obra barata. Las deslocalizaciones (offshoring) y la contratación de servicios externos (outsourcing) por las empresas se han convertido en una de las prácticas habituales de las transnacionales como Lear, Valeo, Samsung, Mango, El Corte Ingles, como ejemplos cercanos y recientes. Pero ocurre lo mismo en Europa.

Las deslocalizaciones no son nada nuevo. Es un fenómeno económico producto de la mundialización del capital, de los mercados y de la división internacional del trabajo en manos de poco más de 200 grupos trasnacionales o holding financiero-industriales. La misma definición de una multinacional nos permite comprender el fenómeno del que hablamos: "...La moderna Compañía transnacional coordina una red compleja y móvil de inversiones en sectores de vanguardia, y en todo tipo de países, de manera que distribuye entre ellos una gama amplia de productos complementarios o incluso descompone "la cadena" de producción entre ellos, buscando siempre los mercados de suministros abundantes y/o mano de obra barata, los que presentan ventajas fiscales o políticas, los de mejor salida para los productos acabados, y se desplaza por el mundo en su busca sistemática. ..." – deslocalización. A través de los acuerdos internacionales y libertad de flujos de capitales exprimen a sus filiales con royalties(con el beneplácito de las autoridades locales) y repatrían los beneficios hasta las casas matrices situadas en su mayoría en los países de la tríada: EE.UU., Europa y Japón. La centralización productiva y financiera de las multinacionales destruye la industria nacional y estatal (privatizaciones) y las pequeñas producciones de los países, incapaces de competir en igualdad de condiciones y eficacia productiva y financiera con estos holdings con poder superior a muchos grandes Estados del planeta. Millones de personas quedan a merced de las leyes del mercado mundial y de la competencia internacional.

La inversión en nuevas tecnologías: automatización, informatización y telecomunicaciones ha sido otro de los factores que ha contribuido al aumento de la plusvalía al aumentar la eficacia de los sistemas productivos por ahorro de personal, lo que empieza a notarse en el sector servicios. La llegada hasta el último lugar del planeta esa enorme red neuronal de Internet e Intranets provocará una caída espectacular del empleo en oficinas que oscurecerá a la caída de los empleos en fábricas en las próximas décadas, a medida que empresas, industrias enteras y la economía mundial se vayan conectando a la red neuronal global. La gravedad del problema en el sector servicios es doble, no sólo la eficacia de las tecnologías despiden trabajadores sino que sin los sectores productivos de la economía tampoco puede sobrevivir el sector servicios. Las aseguradoras dependen de los manufactureros y las empresas de transporte. La sanidad privada depende de empresas que desembolsan dinero para el seguro de sus trabajadores. Las guerras dependen de los fabricantes de armas. Los servicios dependen de la industria. Sin industria no hay servicios. La informatización bancaria ha ahorrado ya miles de puestos de trabajo y junto a las redes telemáticas está provocando la deslocalización de servicios de facturación y marketing hacia países como la India, Argentina, etc. Así las empresas pierden sus límites físicos y se convierten en redes complejas y muy movibles que permiten sacar ventaja rápida de cualquier diferencia política, salarial, fiscal o tecnológica.

FUENTE: www.larebelion.org

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