jueves, 23 de junio de 2011

¿JUVENTUD PERDIDA? programa Nº 58 del 17 de junio de 2011

La Generación NI NI
Son jóvenes de entre 14 y 24 años que “ni” estudian “ni” trabajan. En la Argentina, representan el 20% de dicha generación. En nuestra provincia Santa Fe son 160.000 y a nivel nacional la cifra aumenta a 900.000. El fenómeno no es sólo nuestro, es mundial. Por qué sucede, y lo más importante: cómo solucionarlo.
En un rango de edad que se extiende entre los 14 y los 24 años, los hombres del mañana incorporan a su abecedario las palabras estudio y trabajo.
Sin embargo, y pese a los descensos en los índices de desocupación, la Argentina transita una realidad paralela e ineludible: según datos del Ministerio de Trabajo, en el mismo grupo etario, el 20% de los jóvenes (alrededor de 1,2 millón) no estudia ni trabaja (lo grave: la mayoría tampoco busca empleo). En Europa, se los define como la Generación Ni-Ni. Bien lo describe la radiografía elaborada por el sociólogo argentino Artemio López titulada Juventud, ¿divino tesoro? El documento plantea la marginación y frustración que, desde hace una década, acompaña a los adolescentes argentinos. En sus líneas se lee: “Estos jóvenes se desarticularon del circuito educativo al mismo tiempo que no colaboran con las tareas del hogar: son inactivos absolutos. La falta de contención, ya sea del mercado de trabajo, el circuito educativo o las responsabilidades hogareñas, los constituyen un conjunto de extrema vulnerabilidad social”.
Estamos ante una generación de jóvenes pasiva, desilusionada y sin motivaciones por el futuro. Fueron beneficiados y nacieron con increíbles adelantos tecnológicos y con un desarrollo de los medios de comunicación como no existió en épocas anteriores. Sin dedicación, tuvieron mucho a su alcance; conocieron lugares y contactaron gente sin viajar. No encuentran modelos a los cuales seguir ni desafíos para alcanzar.
No sé si llamarla ‘nueva generación’. De hecho, cada generación tuvo sus problemas. Al considerar al ser humano sólo desde una visión utilitarista, se piensa que los jóvenes sobran y, a su vez, son vistos como competencia y no como aporte en el mercado laboral y el sistema económico. Y si, además, el trabajo no garantiza un progreso cierto y un sistema de vida satisfactorio, es factible que los jóvenes se dejen llevar por el desencanto y pretendan, con diverso éxito, alargar la adolescencia.
Los datos concluyen con que 550 mil adolescentes de entre 14 y 18 años abandonaron la secundaria. Entre los motivos figura que “la escuela no sirve para nada”. En cuanto al campo laboral, no se insertan por desidia, aunque también porque no tienen posibilidad, capacidad o suerte para hacerlo. Tomemos una ley básica de mercado: para que haya demanda tiene que haber oferta, y sabemos que, desde hace años en nuestro país, las ofertas de trabajo escasean. Por lo tanto, los jóvenes no tienen mucho que demandar si la oferta es casi nula. Se habla de una Generación Ni-Ni, pero ¿quién la generó?
Problema global
Los indicadores de América Latina muestran que cuatro de cada diez latinoamericanos son jóvenes. Éstos son decisivos para la democracia, el progreso tecnológico y la calidad de la sociedad. Es decir, son la esperanza. Alarma que sólo el 34,5% termina el secundario (básico para ingresar en la economía laboral) y que el 80% de los hijos de padres que no completaron la primaria, tampoco la finalizan. ¿La cifra alarmante? Más de 50 millones de jóvenes latinoamericanos están fuera del sistema educativo y del mercado de trabajo.
Más allá de la deserción escolar o de la imposibilidad de acceder a un empleo, el dilema de la desmotivación juvenil preocupa y responde a diversos factores. Hay una falta de modelos de adultos atractivos capaces de marcar un rumbo que los entusiasme y los saque de la apatía. Adultos que, sin confundirse con ellos, entiendan sus códigos y sintonicen su frecuencia. Se perdieron las certezas para vivir, y no supimos entender las crisis como oportunidades. El desinterés por el trabajo es consecuencia de que el esfuerzo no está de moda. El trabajo es una bendición, una capacidad del hombre de perfeccionarse a sí mismo, a su sociedad y al mundo que lo rodea. Pero también implica sacrificarse, capacitarse, superarse, actuar en equipo, trazar planes, ponerse metas y objetivos. Parece demasiado para una generación que no quiere salir de la comodidad de que todo esté al alcance de su mano, o del control remoto.
Hay que considerar que el análisis merece ser realizado desde diferentes puntos de vista: desde lo económico hasta lo cultural, antropológico y, también, psicológico. Podríamos decir que existe desgano en este sistema de vida, pero ello no significa que los jóvenes carezcan de propósitos. Los tienen, sólo que no siempre son percibidos como productivos en el plano monetario.
De gustos y plazos
Consumistas, rebeldes, que sólo piensan en el presente, prácticos, apáticos, idealistas, escépticos, responsables, tolerantes y maduros. En ese orden, se catalogan los jóvenes argentinos de entre 18 y 29 años. Así lo muestra el estudio Indice de la Juventud, desarrollado por la Fundación Odiseo y la revista Plan V. Entre sus esparcimientos, el 58% utiliza YouTube, fotologs, blogs y Messenger, entre las nuevas tecnologías de comunicación. Un 28% no las usa, y un 10% ni las conoce. A su vez, el 22% baja música o películas gratis de Internet.
La cultura de mercado los induce a ‘sobregirarse’ en algo que es natural en ellos: el deseo de sentir pasión. Sin embargo, al no poder organizar esa pasión dentro del contexto vocacional, laboral y económico (se los hace desear cosas, pero no se les brindan los medios para conseguirlas), y al estar bombardeados con imágenes de éxitos logrados sin esmero, el panorama se les pone difícil. Los jóvenes tienen plazos cortos. Eligen su carrera no por su excelencia, sino por cuál será más corta y garantice, en teoría, ganar más plata en menos tiempo.
La importancia del primer paso
Si un joven adquiere a una edad temprana la experiencia de tomar la iniciativa, es probable que sea artífice de cambios positivos en su desarrollo personal y a lo largo de su vida.
¿Hay salida?
La respuesta se encuentra en el articulado de sólidas políticas de Estado, el fortalecimiento de las propuestas de educación para desertores y el hecho de asegurar el primer empleo. No se trata sólo de prevenir, sino de incluir, crear puentes.
Otra de las claves radica en resignificar el papel de la familia y los educadores. Se necesita reforzar las figuras de autoridad. Es importante enseñarles a alcanzar las metas por ellos mismos, aunque eso duela. Los padres deben ser modelos atractivos para sus hijos.
Por su lado, los intereses de los jóvenes no sólo dependerán del contexto social, sino de aquellos ideales que cada familia pueda legar de generación en generación. Tanto la pasión como el desinterés se transmiten. Lo individual y lo familiar darán una forma particular al modo de inserción laboral y social del joven. Sería importante cuestionarse cómo se presentan y en qué posición se encuentran hoy los adultos en relación con los jóvenes. Estos últimos podrán recuperar anhelos y proyectos cuando quienes dan el ejemplo puedan ceder sus gustos, sin olvidar cierto criterio de realidad. Es imperioso actuar desde alguna utopía, pero teniéndola como guía y no como punto de llegada implacable. Importa el recorrido y no el frustrarse al no cumplir dicho sueño.
Los jóvenes constituyen una problemática que involucra a nuestra cultura como un todo; grandes y chicos sufren las distorsiones de la pérdida de valores comunitarios que ofrecen sentido a la vida. Generalmente, tanto unos como otros responden de manera muy positiva cuando encuentran un lugar en donde actuar protagónicamente su propia vida, sin creer que la felicidad vendrá a través del mero consumo, la dádiva de algún poderoso o el ganarse la lotería
Fuente: http://sickmind.com.ar/blog/?p=774
Generación ni-ni: ni proyectos ni ilusiones
Resulta devastador pensar que, según los resultados de la última encuesta de Metroscopia, el 54 % de los jóvenes españoles entre 18 y 34 no tienen ningún proyecto de vida ni de futuro.
De ahí que a este grupo se le haya bautizado ya como “generación ni-ni”, es decir, jóvenes que ni trabajan ni estudian. No obstante, no es bueno generalizar porque no todos los jóvenes sienten que nada les trae o ilusiona, ya que también hay una buena franja de chicos y chicas con un proyecto de futuro entre las manos.
La crisis económica y laboral
La crisis económica y laboral afecta a la juventud de forma alarmante y muchos son los universitarios que han de trabajar, cuando lo consiguen, en puestos inferiores a lo que han estudiado.
De ahí, posiblemente, pueda deducirse el desánimo que viven los llamados “ni-ni”, inmersos en una sociedad en la que es más importante el tener que el ser, en la que los valores como el esfuerzo o la audacia parecen no tener cabida y en la que parece que nada valga la pena, solo vivir el momento y el presente.
Sistema educativo sin salidas
Por otro lado, el sistema educativo no parece ofrecer ninguna salida airosa para este colectivo que se siente náufrago en un sistema que, paradójicamente, le ofrece unas consignas que no se reflejan en la realidad. El discurso educativo nada tiene que ver con el bombardeo publicitario y mediático a que son sometidos los jóvenes, quienes se sienten frustrados e insatisfechos. A esto se suma que, en algunos países, se protege más la educación privada que la pública, se la dota de más ayudas, con lo que se pierden oportunidades y los desfases económicos son mucho más sangrantes.
Desmoralización y desencanto
Esta generación no se siente a gusto con su vida, han perdido el espíritu rebelde que caracteriza a la juventud y viven varados, como las barcas que ilustran el presente artículo.
Y es que detrás de este aparente pasotismo hay una desmoralización real y un desencanto absolutos puesto que las oportunidades para este colectivo parecen haberse esfumado.
Son muchos los casos de jóvenes que se independizaron en su día y que han tenido que volver a sus hogares paternos por no poder hacer frente ni a la hipoteca ni a los gastos del día a día.
Padres y madres
Detrás de esta desilusión acaso se encuentren las propias familias. Padres y madres de otra generación que quisieron sobreproteger a sus hijos en exceso, que quisieron darles lo que ellos no habían tenido y que los han convertido en personas dependientes e incapaces de tomar las riendas de su propia vida.
Valores y estrategias
Sin duda, hay que volver la vista a otros valores menos pragmáticos como el de la utilidad o el de la competividad, los jóvenes tienen derecho a vivir con esperanza su futuro y a modelar la sociedad en la que viven.
Hay que encontrar estrategias o dinámicas fuertes y con sentido que muestren a estos jóvenes que aún es posible el compromiso, la ilusión y la esperanza.
No pueden basar sus vidas en aspectos cambiantes como las modas o las aficiones, sino que hay que dar un salto cualitativo y cuantitativo e invertir en la orientación emocional para dotar a los jóvenes de un colchón afectivo lo suficientemente importante como que, ante cualquier vaivén de la vida, sepa alzarse y seguir de nuevo.
Detrás de este comportamiento acomodaticio de estos jóvenes, se esconden, sin duda, depresiones y problemas de adaptación social.
¿Una generación perdida?
Asusta pensar que la generación ni-ni sea una generación perdida porque cuando les llegue a ellos –que ya les ha llegado- el momento de tomar el relevo en la sociedad, si no se les ilusiona de nuevo, no habrá manera de reorientar el futuro.
Es alarmante pensar que estos jóvenes vayan a vivir peor que sus padres. La sociedad no puede prescindir de este colectivo, necesita de su fuerza y entusiasmo para salir adelante.
Sería una catástrofe, que nadie se puede permitir, que estos jóvenes no encontraran su lugar en el mundo.
Sin duda, hay mucho trabajo que hacer desde todos los ámbitos. Que cada cual asuma sus responsabilidades y se ponga manos a la obra.
Fuente: http://www.suite101.net/content/generacion-ni-ni-ni-proyectos-ni-ilusiones-a25794

Los “Nini”: jóvenes que ni estudian ni trabajan
Miguel tiene 17 años, vive en el Barrio Ramón Carrillo, en Villa Soldati y dejó de ir al colegio en 2009 porque debía algunas materias y terminó repitiendo el año.
“Me cansé de estudiar cosas que después no me sirven para nada. Igual, si termino de estudiar, después es muy difícil conseguir un trabajo. Ahora estoy ayudando a mi viejo con algunas changas hasta que consiga algo”, cuenta.
Así como Miguel, son muchos los casos de adolescentes que ni estudian ni trabajan. La problemática se extiende también a otras partes del planeta, como España o México, donde ya se los conoce como “Generación Nini”. Y hasta existe un proyecto para incorporar el vocablo al diccionario de la Real Academia Española .
En febrero de 2010, en el 47° Curso de Rectores del Consejo Superior de Educación Católica (Consudec) , el presidente de la Comisión de Pastoral Social Monseñor Casaretto, señalaba ante más de 1500 docentes que la Argentina debe “ocuparse de los 900.000 jóvenes de todo el país que no estudian ni trabajan”, según estadísticas de la Cepal y la OEI.
En diálogo con LA NACION, el ministro de Educación, Alberto Sileoni, que participó de la inauguración del encuentro, negó entonces que llegaran a 900.000 los chicos de 13 a 19 años que están fuera del secundario , donde hoy estudian 3,7 millones de alumnos, aunque aclaró que compartía la preocupación y el diagnóstico de la Iglesia.
La licenciada Jazmín Gulí, psicóloga especializada en constelaciones familiares y terapias de pareja y autora del libro Amor Delivery: sexo y amor en la era del consumo (Aguilar), sostiene que en los últimos quince años las consultas de adolescentes son por estados de angustias difusas más que por vivencias traumáticas o peleas con los padres; la angustia que se despierta ante la falta de bordes definidos, de límites claros, reglas para oponerse y transgredir. Una nebulosa indiferenciada que se vio incrementada durante los últimos tres años con la solicitud de terapias para chicos de 18 a 21 años que debían materias de la secundaria, y no sabían qué seguir haciendo después. Sin saber en quién y en qué creer, o para qué esforzarse, una sensación de sin sentido acompaña a estos adolescentes.
“Entiendo que en toda transformación hay pérdidas y ganancias, y seguramente estamos yendo hacia una nueva percepción de la vida más realista en cuanto a lo incierta y frágil que es, cuando muchos de los valores anteriores se apoyaban en una idea errónea e ilusoria. Ahora, en esta transición, al perderse ciertas seguridades y garantías, se está perdiendo también el sentido, el para qué hago lo que hago si, en definitiva, nada permanece”, advierte.
Para Gulí, también se puede tomar este pasaje a lo incierto como una invitación a buscar aquello que es esencial, dentro de lo cual podría mirarse al trabajo en sí como aquello que nos asemeja a la vida.
“Allí donde hay jovencitos que descreen del título de la secundaria o de los beneficios de un trabajo, habría que orientarlos a que busquen la realización en concretar su esencia, que aprendan a hacer aquello que más les gusta, en serio. Claro, lo bueno sería que les guste algo”, apunta.
Para Liliana Mayer, socióloga y máster en Investigación en Ciencias Sociales (UBA – Conicet), mientras duró el Estado de Bienestar, la escuela estaba articulada a un entramado social más amplio, que suponía que una vez terminado el proceso de aprendizaje los jóvenes accederían a algún trabajo digno. Inclusive para quienes quedaban excluidos de las instituciones educativas, existían mecanismos paralelos de integración social.
“Esta situación permitía pensar en diferir la satisfacción, en pos de un sacrificio que redituaría en algún futuro cercano. Esto no es lo que sucede con muchos jóvenes en este momento para quienes no hay futuro. En este sentido hay que aclarar que el abandono escolar está relacionado con las relaciones de clase y económicas y que se expresa con mayor intensidad en los sectores populares”.
Y añade: “Esto habla de los problemas que atraviesan las instituciones educativas para relacionarse con los nuevos alumnos, y también de la dificultad de sostener una rutina de sacrificio en pos de un futuro mejor, cuando no se vislumbra futuro alguno. Entonces la rutina escolar no sólo se vuelve poco atractiva -situación que se refuerza frente al formato flexible de los medios de comunicación- sino, principalmente, intolerable”.
Eva tiene 19 años, vive en la villa 31 de Retiro, y dejó el colegio para ayudar a su mamá a cuidar a sus cinco hermanos cuando ella trabaja. “Mi mamá trabaja en casas de familia, y como yo soy la más grande me quedo con mis hermanitos cuando no está. Igual, el año que viene espero poder anotarme para terminar”, cuenta.
En cuanto a la población Nini de la ciudad de Buenos Aires (es decir, residentes de 13 a 19 años), al momento del relevamiento de la Encuesta Anual de Hogares del 2008 (octubre-noviembre) no asistía a la enseñanza y era inactivo (no trabajaba ni buscaba) el 3,8%; si se agregan a los activos pero desocupados, el valor asciende al 5,4%. Es decir son valores bajos con respecto al resto del país.
“Hay que tener en cuenta que en el ámbito laboral éste es uno de los grupos etários más vulnerable y frágil, al que les cuesta bastante conseguir empleo debido a su escasa experiencia laboral, calificación y nivel de instrucción. Con respecto a la asistencia escolar el 89% asiste a la enseñanza formal, nivel también bastante alto, aunque menor a la asistencia al nivel primario (97,7%)”, destacó por su parte Victoria Mazzeo, jefa del Departamento Análisis Demográfico de la Subdirección General de Estadísticas Sociodemográficas que depende de la Dirección General de Estadística y Censos del gobierno porteño.
En cualquier caso, estos índices hablan de una crisis de cohesión social, y de la necesidad de profundizar en la intervención de un Estado benefactor, aún con todas las críticas que se puedan hacer al caso argentino.
Autor: Alejandro Rapetti
Fuente: http://economia.universiablogs.net/2010/05/19/la-generacion-ni-ni/
La Juventud Perdida de Latinoamerica
El rostro de América Latina es joven. El 19,5% de su población tiene entre 15 y 24 años, un índice solamente superado por África (un 20,3%), y es la única región del mundo cuya juventud experimenta un crecimiento sostenido. Pero su panorama no es alentador. En Iberoamérica (América Latina, España y Portugal) hay cerca de 150 millones de jóvenes, de los que el 45% -unos 68 millones- están en paro, según un estudio de la Organización Iberoamericana de la Juventud (OIJ). Unos 105 millones están en América Latina. "Los jóvenes son invisibles para la sociedad", asegura el chileno Eugenio Ravinet, presidente de la OIJ. "Salvo contadas excepciones, no existen políticas sociales dirigidas específicamente a ellos". Tanto es así que es difícil hallar el criterio utilizado para definir quién es joven. Para la OIJ, son las personas de entre 18 y 29 años. Para la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la ONU, la franja está entre los 15 y los 24. El 90% de los jóvenes del mundo viven en países en vías de desarrollo, indica un informe de la OIT. "El joven está desprotegido de las políticas sociales. El primer sospechoso de un crimen suele ser el joven. El jefe que va a contratar desconfía antes de un joven. La tasa de desempleo entre los jóvenes es el doble o, en algunos casos, el triple del promedio nacional y ningún país ha emprendido una reforma laboral que tome cartas en el asunto", describe Ravinet.

Un estudio elaborado en 2007 por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la OIJ detalla las tasas de paro en cada país latinoamericano, pero matiza que las estadísticas varían de acuerdo con el año en que se recabaron (un margen de hasta cinco años) y que las cifras son engañosas. La región tiene uno de los índices más altos de empleo informal entre los jóvenes. Las economías latinoamericanas, sin la protección social de los países europeos, dejan a sus jóvenes "sin la oportunidad de salir de su situación", subraya Ravinet.

La OIT detalla que, en México, Colombia, Ecuador, Panamá y Perú, el 82,4% de los adolescentes (entre 15 y 19 años) tenía un empleo informal, una cifra significativamente más alta que el 50,3% de los adultos (entre 30 y 64 años) en la misma situación laboral. "Los jóvenes son el sector más vulnerable a los trabajos irregulares, con el sueldo más castigado", comenta Ravinet. Y la falta de oportunidades es directamente proporcional a la pobreza. El desempleo entre la población joven pobre es un 19% mayor que en las clases media y alta.

Las mujeres lo tienen todavía más difícil. El paro entre la población femenina es, en algunos casos, hasta un 10% superior que el de los hombres. América Latina, además, es la única región del mundo donde la tasa de fecundidad entre las adolescentes ha continuado aumentando durante los últimos 30 años. Un 7,3% de los embarazos en la región se producen en jóvenes de entre 15 y 19 años. En Europa es el 2,8% y en todo el mundo, el 4,8%. "El machismo en la región afecta particularmente a las mujeres", comenta Ravinet.

Otro dato alarmante es la cantidad de jóvenes latinoamericanos que no estudian ni trabajan: uno de cada cuatro, según el informe de la OIJ y la CEPAL. "Las consecuencias de una juventud sin oportunidades son muy graves", asevera Ravinet. El estudio difundido por la OIT coincide. "La incapacidad para encontrar empleo crea una sensación de impotencia e inacción entre los jóvenes que puede conducir a un aumento de la delincuencia, de los problemas de salud mental, de la violencia, los conflictos y el consumo de drogas", advierte el informe.

El mayor problema, asegura Ravinet, es el escepticismo ante la juventud. "Se cree que a los jóvenes no les interesa su futuro, que son apáticos, que no desean involucrarse en las decisiones y es mentira. El deseo de un joven es muy simple: tener un empleo y que su Gobierno no lo abandone. Urgen programas que fomenten la capacitación, el contacto con las nuevas tecnologías. Para atender a la juventud no basta con organizar un partido de fútbol o un concierto de rock".

Verónica Calderón
Madrid
Fuente: http://www.boletinargentino.com/global/america/858-la-juventud-perdida-de-latinoamerica.html
Desafío de los Jóvenes en países en vía de desarrollo
Escrito en Destacados, Jóvenes y Desarrollo
Los jóvenes, que son el presente y que representan el futuro próximo, son la fuerza pujante que impulsa el progreso. Generalmente están luchando por nuevos ideales y su natural rebeldía los impulsa a buscar la manera de conseguirlos. Como dice José Ingenieros “La Juventud es levadura moral de los pueblos”.
En la actualidad, los jóvenes en países en vía de desarrollo se enfrentan a fuertes desafíos, ya que no existen en su mayoría políticas públicas que generen oportunidades para su completo desarrollo. Es por ello que en muchos países todos ayudan a que se generen. La falta de inclusión social de los jóvenes, se ve reflejada en su poca participación en la toma de decisiones, y por la falta de empoderamiento de las causas que los mueven.
Una fuerte limitante, puede ser la carente oportunidad de acceder a la educación, tanto primaria como superior, muchas veces debido a factores diversos, pero principalmente se da a que no cuentan con las condiciones socioeconómicas. Esto repercute en el momento de acceder a un empleo digno, donde se sientan útiles a la sociedad y en el cual aporten con su talento y creatividad. Recibiendo un salario digno y promoviendo el desarrollo tan anhelado. Vivimos en una sociedad netamente consumidora, en la cual no basta con ser, es muy importante el tener.
Los valores se han invertido, y los jóvenes se ven afectados por esto. Es por ello que al verse excluidos en el sistema, y viéndose frustrados al no vestir la marca de moda, o no tener el último iphone, muchos agarran el camino fácil. Se dan cuenta que no cuenta con la educación para acceder a mejores oportunidades y es ahí donde empiezan a delinquir. Encuentran contención entre amigos que están practicando el mismo oficio y se sienten protegidos, incluidos y aceptados. Es donde conforman pandillas, en la cual se practican malos hábitos como drogas etc.
En estas pandillas se manejan valores distintos, son códigos que adaptan para poder subsistir en un mundo altamente competitivo y globalizado. Esta organización les permite de alguna manera participar en la sociedad. Actualmente existen muchas ONG en Latinoamérica que trabaja con esta realidad social, ayudando a jóvenes que se encuentran perdidos en las drogas y la delicuencia, dándoles una nueva oportunidad de vida.
Fuente: http://www.todosayudan.com/desafio-de-los-jovenes-en-paises-en-via-de-desarrollo/
Ahora nos venden como la generación “Ni-Ni”

Los argumentos de la Sexta para justificar su apuesta por el programa “La
Generación NiNi” se basan en que el 15% de la juventud española entre 16 y
24 años ni-estudian ni-trabajan y además, dicen que es un porcentaje que va
en aumento. Por ello, y siempre según la información que el programa ofrece,
encerrarán a una serie de jóvenes a los que “reeducarán terapéuticamente”, en
una casa en la que tendrán normas y deberán ganarse el pan con el sudor de
su frente; es decir, tendrán que trabajar, y todo ello en beneficio de su futuro.

“Ni-Trabajan”. Para no caer en el error de creer que estamos informados de
todo para no enterarnos de nada, creo que es recomendable abrir el plano
cerrado del 15% de jóvenes que nos quiere ofrecer el programa. Así,
observaremos que precisamente la población joven es uno de los colectivos
más afectados por la actual crisis económica, llegando en 2009 a alcanzar una
tasa de paro del 30,15 % (el doble del porcentaje que sirve a la Sexta para
justificar la emisión de su programa). Si reducimos la horquilla de edad a la
franja de entre 20 y 24 años, esa tasa de desempleo ronda el 35%. España
destaca, a parte de por ser el país con más ediciones de Gran Hermano en
Europa, por haber alcanzado los más altos niveles de desempleo juvenil, en
comparación con el resto de países de la Unión Europea.
Son las personas jóvenes que logran acceder al mercado de trabajo las que en
su mayor parte sufren altas tasas de temporalidad y condiciones laborales
precarias, como por ejemplo, los bajos salarios, la inadecuación entre la
formación adquirida y la actividad realizada y la escasa cualificación, fruto del
temprano abandono educativo. Si a ello le sumamos otros factores como la
dificultad de acceso a la vivienda, unas cifras importantes de desempleo y
temporalidad, y unas condiciones laborales precarias, todo esto hace que los
jóvenes y las jóvenes españolas sean, de todo el conjunto de la Unión
Europea, los que más tardan en emanciparse.

“Ni-Estudian”. Porque hemos sido la carne de cañón que ha garantizado el
modelo productivo español basado en sectores precarios, para los que no es
necesaria una cualificación. Entonces, nadie (ni progenitores, ni televisiones, ni
gobiernos ni empresarios) se cuestionaba, si ante la perspectiva del dinero
“fácil” era conveniente o no dejar de estudiar para convertirnos en
consumidores, que víctimas de dogmas como “no hay realidades sino
publicidades”, han mantenido el crecimiento de ese modelo de consumo.
Parece que la “reeducación terapeútica” que propone el programa debería más
bien aplicarse a los que han contribuido a que los datos que ofrecemos no sean
fruto de la ficción televisiva sino tan reales como las propuestas de Díaz
Ferrán, que este mismo jueves nos proponía el abaratamiento del despido
“exclusivo” para jóvenes.
Contaba el escritor uruguayo Eduardo Galeano, “pobres, lo que se dice pobres,
son los que no tienen más libertad que la libertad de elegir entre uno y otro
canal de televisión”. Al menos, desde la Secretaría de Juventud de CCOO de
Euskadi, seguiremos en esa lucha porque la libertad de la juventud no esté al
servicio del mismo sistema neoliberal que les condena a la pobreza real, que
les empuja a una basura de trabajo, para consumir esa otra basura, que a
veces nos ofrecen en televisión.
Santi Martínez
Responsable Secretaría Juventud CCOO Euskadi
Fuente: www.ccoo-euskadi.net/comunes/temp/recursos/9/412240.pdf

No hay comentarios: