COHERENCIA POLITICA
Los bandazos políticos no son buenos consejeros y provocan resultados electorales muy negativos. En los últimos tiempos se ha impuesto entre los dirigentes políticos la figura del asesor de imagen y de experto en marketing electoral que condiciona decisiones políticas según la tendencia de las encuestas y de las presiones de los medios de comunicación. Sin duda, estos aspectos tienen su influencia e importancia, inmersos en la sociedad de la información, pero los ciudadanos valoran mucho más la coherencia política y la solidez de un dirigente político con sus principios y valores. También es cierto que los votos oscilan siempre por el interés particular de cada uno y que tiene que ver con la buena salud de su economía doméstica, pero, al final, lo que prevalece es la opción que pueda crear mayor confianza y credibilidad para la solución de los problemas generales. Gobernar ofreciendo a los ciudadanos lo que desean conseguir fácilmente, a golpe de subvención aunque vaya en contra de las posibilidades y de los intereses del país, es pan para hoy, votos y autocomplacencia, pero crisis para mañana, desempleo, sufrimiento y descrédito. A todos nos gustaría darle al niño todo lo que nos pide para no tener que soportar su llanto estridente y egoísta pero sabemos que es una mala educación muy perjudicial para todos y que él mismo nos lo recriminará el día de mañana. El mundo es muy imperfecto y la influencia del consumismo y la superficialidad está a la orden del día pero la cruda realidad es inexorable cuando hay que rendir cuentas y los recursos son limitados. Gobernar es saber administrar adecuadamente lo que hay y procurar las inversiones necesarias para progresar con el esfuerzo y el trabajo de todos. La especulación y el pelotazo suelen terminar en el abismo o en los juzgados. Puede que usted, querido lector, piense que todo lo leído es una obviedad en un mundo injusto y competitivo donde deberían imperar otros principios y valores elementales. Tiene razón, pero algunos lo olvidan con facilidad y caen en la tentación del populismo de última hora creando mucha desconfianza entre sus ciudadanos.
Fuente: http://blogs.puntoradio.com/director-servicios-informativos/2011/4/2/coherencia-politica
Los valores en la cultura política
MSc. Maura de la c. Salabarría Roig.
Miembro de la SCIF. Profesora asistente CUJAE
maura@gest.cujae.edu.cu
Al concebir la cultura política como un elemento movilizador de una proyección integral de los sujetos hacia las estructuras del sistema, los sujetos dirigentes y los productos de la actividad política, es imposible dejar de considerar el papel de los valores, aunque su abordaje sea tan complejo como el de la propia cultura política en su conjunto.
Los sujetos políticos, al elaborar sus juicios y sus modelos para la intervención en la vida política, se orientan por parámetros dentro de los cuales los valores juegan un papel no despreciable.
Este asunto forma parte de las consideraciones que se elaboran alrededor de la relación ética- política, lo que no obvia que el lugar de los valores no sólo se halla en la esfera de lo moral.
Resulta muy difícil delimitar en las dimensiones de los valores, qué porciento es reflejo exclusivo de la vida política del país o cuáles pudiéramos caracterizar como sus contenidos específicamente políticos; particularidades estas que se salen de los marcos explicativos de nuestro trabajo, sin que ello signifique que no sea importante establecer ciertas precisiones alrededor del lugar de los valores como componentes de la cultura política.
Los valores se mueven a la vez en los planos espiritual y material de la actividad humana, se forman a partir de cualquiera de las áreas de la misma y tienden a convertirse en un contenido relativamente estable de la cultura general. A pesar de esto, suelen ser identificados con los valores morales que nos permiten “experimentar una preferencia, sentido del deber u obligación hacia las relaciones o acciones buenas, correctas o justas y aversión hacia sus manifestaciones contrarias.” Esto viene dado en primer término por la amplia penetración de la moral en los restantes esferas del desenvolvimiento humano y el contenido normativo de ciertos parámetros provenientes de la experiencia histórica social, en aras del buen funcionamiento de las comunidades.
Por otro lado, el carácter totalizador de la política, la incidencia de la integración del sistema político en el establecimiento de relaciones entre todos los elementos de la sociedad, convierte los valores que se forman en cualquier esfera, en aspectos significativos para el desenvolvimiento político de la sociedad. Es por eso que los valores condicionan la proyección integral de los sujetos hacia el sistema político y constituyen en sí mismos un componente de la cultura política.
Actualmente podemos encontrar en la literatura, múltiples y diversas concepciones acerca del valor, las que dependen de la disciplina científica, el enfoque filosófico y el objeto de estudio entre otros factores. A los efectos de nuestro trabajo asumimos una definición bastante general como la de Zaida Rodríguez Ugidos, donde se concibe el valor como el significado social que portan objetos y fenómenos de la realidad en una sociedad dada en el proceso de la actividad práctica, en unas relaciones sociales concretas, asumidos por los sujetos, en correspondencia con sus necesidades.
Los valores emergen en condiciones socioeconómicas, políticas, culturales, etc., y al ser expresión de las mismas, tienen una estrecha relación con las necesidades por lo que su transformación está asociada a la satisfacción o insatisfacción de aquellas. Esto implica que no tienen un contenido abstracto, es decir, ellos son concretos y fuera de dicha concreción, sólo son capaces de movernos a actuar en sentido relativo. Es por eso que desde un área de la cultura como la que nos ocupa, es necesaria una concepción de los valores que tipifique su papel en la construcción de modelos de acción por parte de los sujetos políticos y los consideren capaces de atraer la voluntad colectiva y forjar una identidad común.
En el ámbito de la cultura política, el valor implica la asignación consensuada4 de significados vitales a los objetos políticos, a las normas y pautas comportamentales que se derivan de su funcionamiento, a la actuación de los actores políticos,(ya sean personas, instituciones u organizaciones) en relación con las necesidades societales, grupales, socioclasistas o individuales. Así, los objetos políticos y sus derivaciones devienen medios para la realización práctica de un conjunto de cualidades o virtudes que deben ser preservadas en aras del bien común.
La ética adquiere en la política una expresión práctica que la hace eficaz y le permite ejecutarse en pro de la condición humana, la cual requiere, para elevarse en determinadas circunstancias, de la actividad política.
Lo anterior no reduce los valores a cualidades o virtudes. Dicha significación puede ser adquirida por los objetos políticos, por los productos de su funcionamiento, o por las personas, en tanto estas constituyen su actividad política en función del bien social. Sin embargo, esta noción tampoco es única ni abstracta, toma su contenido de los referentes reales y de las posiciones a partir de las cuales los hombres configuran sus intereses e influyen en los significados que se asumen como valores (en diferentes dimensiones) .
A pesar de que algunas consideraciones conciben el valor político como una instancia suprasocial moderadora de los intereses y las pasiones,5 o subordinan su contenido a la realización efectiva de la autoridad o a las necesidades de la conservación del orden político, independientemente de su relación con el bien común, el condicionamiento en que la cultura política se halla respecto a las necesidades de los individuos y la relevancia que en ella adquiere la dimensión afectivo personal, hace que el valor sea adquirido sólo si el orden político se ha configurado en relación positiva respecto a los procesos que tributan a la satisfacción de necesidades, a la construcción del bienestar de la comunidad. De ahí que al asignar significados a las instituciones y actos políticos, se tenga en cuenta, más que la belleza de su construcción, su eficacia en el logro de los propósitos mencionados. Este análisis nos indica que aquellos que estamos considerando valores, pueden ser también los llamados antivalores o valores negativos, en dependencia de los intereses que promueven la asignación o asunción de significados elaborados en el presente o heredados de otras etapas históricas.
Desde este ángulo, por ejemplo, en el ámbito del capitalismo salvaje, los valores de las elites políticas y su influencia al escoger los fines y los medios para su consecución, desconocen sistemáticamente las nociones de bien común aceptadas por la mayoría o le adjudican contenidos diferentes en correspondencia con sus respectivos intereses.
El contenido ético normativo de la relación entre los fines y los medios, deviene un proceso donde ambos son evaluados, ante todo, respecto a las necesidades societales, teniendo en cuenta que estas últimas, a su vez, pueden haber sido interiorizadas respondiendo a contenidos diferentes por parte de las personas, los grupos y la sociedad en sentido general, así como por los miembros de las élites políticas. Unos y otros se trazan e interpretan los fines políticos como vías para satisfacer las necesidades de las comunidades y los individuos, lo que influye también en la proyección y aceptación de los medios para lograrlos.
La política deviene uno de los medios a través de los que se produce la realización efectiva de los proyectos de vida de los individuos y las comunidades. En este sentido, ella está pautada por los significados históricamente elaborados y trasmitidos a partir de la experiencia histórico-social de la humanidad.
Es por eso que, desde su cultura, los sujetos evalúan las políticas públicas y estrategias concebidas desde la esfera del poder, en dependencia de su capacidad de conservar y estimular la realización de fines con relevancia social como la oportunidad de desenvolvimiento personal, la libertad, la justicia, el respeto a la dignidad humana, el derecho a la vida, a la salud, a la educación, el cuidado y preservación de los bienes públicos y privados y otros, no concebidos en forma abstracta y generalizada; sino a partir de los contenidos que les incorporan cada uno de los contextos en que se mueve la actividad política, así como en dependencia de las posibilidades que esas políticas ofrezcan para la realización de los potenciales esencialmente humanos igualmente condicionados. Ello le otorga uno de sus significados esenciales a los objetos y relaciones políticos y conforma uno de los aspectos del valor político.
A su vez, la vida política es productora de valores específicos que la dotan de sentido y le permiten realizarse en tanto esfera del ejercicio del poder. Estos valores no sólo resultan de la aprehensión espiritual de la realidad política, sino adoptan expresiones en la práctica y de esa forma devienen valores políticos: el estado como aparato especial para hacer efectivo dicho ejercicio y los mecanismos a través de los cuales lo logra, los partidos y las organizaciones a las que los hombres pertenecen, así como las relaciones que en ellos se establecen, mediante las cuales se involucran en la vida política y son reconocidos y avalados ante la sociedad. Así adquieren significados también, la autoridad, la obediencia, la disciplina social, el orden y la legitimidad, así como la estabilidad que sea capaz de alcanzar un sistema político y su capacidad de movilización entre otros. Por otra parte, la participación, el protagonismo, la capacidad de la opinión pública para influir en las decisiones societales, la eficacia en la gestión estatal y el lugar de los espacios público y privado en la solución de los problemas sociales, se constituyen en significados importantes que tributan a la intervención del ciudadano en la distribución del poder y al perfeccionamiento de los sistemas políticos en su conjunto. Estos últimos propician la formación del otro aspecto del valor político que tiene que ver con la capacidad de los sistemas políticos de conservarse y perfeccionarse.
En los valores políticos ambos significados se complementan, los que tienen que ver con la realización del bienestar material y espiritual de los sujetos, no pueden hacerse efectivos sin los que atañen a las potencialidades de la política para lograrlos. Es en esa conjunción que los valores participan en la cultura política.
Esta unidad es concebida de diferente forma por los grupos, clases sociales individuos y élites políticas. Respecto a estas últimas es importante destacar que aun cuando se identifican con el interés por preservar los valores que les permiten conservar el poder y se pretende demostrar que esos valores se hallan alejados de otros contenidos sociales, realmente se encubre su afán de preservar otros significados congruentes con sus intereses específicos. Desde esta Ciencia Política que pretende expresar las carencias y aspiraciones de los menos favorecidos6 entendemos como valores políticos aquellos significados, asumidos por la sociedad, que portan los objetos y relaciones políticos según su capacidad para articular soluciones que contribuyan a satisfacer las necesidades socialmente reconocidas y conservar el poder que hace posible lo anterior. Cuando se percibe incongruencia entre los contenidos de los valores y su realización en políticas que tiendan al logro de bienes sociales concretos, se genera una tensión entre la realidad y los valores que habrán de remediar sus penurias. Esto ocurre generalmente cuando dichos valores no son expresión de un interés particular, sino del anhelo de todo un pueblo por obtener el bien, y conforma en los imaginarios el modelo de una transformación social que pasa por el cambio de los sistemas políticos y condiciona la elección de oportunidades y alternativas políticas, así como la acción de las masas para promover el cambio social.
Es posible innovar en política. ¿Valores de una generación que aspira a dirigir el país
Gracias a la invitación de Luis Nunes y el Instituto Nacional Demócrata (NDI), participamos en su Seminario Anual de Liderazgo, dirigido a jóvenes líderes de partidos políticos del país. Fueron exactamente 29 asistentes, provenientes de muchas regiones del país y de una gama representativa de organizaciones. Se nos pidió una exposición sobre la llamada “Política 2.0”, tema que hemos abordado ya en artículos anteriores y sobre el que seguiremos reflexionando.
Ahora quiero, más bien, resaltar algunas impresiones personales del encuentro, que se suman a la reciente experiencia de visitar Ayacucho y compartir con los jóvenes líderes del movimiento regional “Juntos sí se puede”.
1. Es absurda la imagen que nos venden (imponen) los medios sobre la condición naturalmente “apolítica” de los jóvenes. Nuestros cortos viajes y experiencia de relación con otros coetáneos nos confirman que existen representantes de una generación dispuesta a tomar parte efectiva de la clase política del país. Sin embargo, la petit politique que muestran algunos programas y diarios “serios” está inflamada de escándalos con ribetes farandulescos. Ya quisieran algunos de estos jóvenes líderes tener una pequeña entrevista en un canal de televisión o si quiera que se les solicite opinión política sobre el país. Los medios juegan con un doble estándar que, por un lado, reduce los intereses juveniles al nivel del prejuicio y, por otro lado, denuncian la inacción de una sociedad joven que aparenta desidia.
2. No somos los jóvenes, por otro lado, quienes debamos asumirnos como una generación salvadora. Por el contrario, hay a veces un discurso de negación –típica imagen rebelde frente al status quo- excesivamente reactiva y hasta reaccionaria que debemos desterrar. Debiéramos, los jóvenes que hacen –o los que creemos hacer- política, distinguir entre la paja del trigo rescatando aquellas ideas, reflexiones y figuras de la vida del país que nos permitan generar referentes y paradigmas. La noción de que la historia se escribirá a partir de nosotros es no sólo innecesaria, sino ingenua.
3. Para construir una generación política que nos distinga positivamente frente a otras precedentes, sugiero reflexionar sobre algunos valores que debieran ser banderas de nuestra causa:
• El valor de aprender, de convencernos de que los saberes no son sólidos y estables, y que hacer política supone y exige conocer, sobre todo, las micro necesidades de cada provincia y región, su geografía, sus culturas, sus dinámicas económicas, sus posibilidades. Deslimeñizar el poder será una consecuencia de ese conocimiento integral del país y sus complejidades.
• El valor de dialogar, de estar preparados para conversar y discrepar con ciudadanos de manera horizontal y permanente. Saber que el intercambio de ideas es base para la construcción de ciudadanía. La acción política, creemos, es un ejercicio de pedagogía constante.
• El valor de reconocer, de saber quiénes otros están aportando, desde sus ideas y campos, para el desarrollo del país. Reunirnos, organizarnos, convocarnos. Pensar en secreto que lo que nosotros hacemos es único e irrepetible es signo de supina ignorancia. En un país con tanto diagnóstico, es obligación de los jóvenes reconocer de nuestros pares las buenas prácticas para replicarlos y transformarlos en ideas políticas. Los derechos de autor sobran cuando se trata de hacer eficiente la gestión pública.
• El valor de confiar, de poder mirar a otros jóvenes y entregarles nuestras expectativas frente a ellos y frente a nosotros mismos. Generando redes de confianza podremos superar, en parte, la violencia y la indiferencia que tanto respiramos en las calles. Sentir que sí posible hacer política honestamente es redignificarla.
Estos valores deben fundamentarse en una actitud de humildad, compromiso y coherencia. Seguiremos compartiendo, viajando, aprendiendo y confiando. Abrimos entonces la pregunta: ¿Podremos ser una generación distinta?
Fuente: http://www.coherencia.pe/articulos/%C2%BFes-posible-innovar-en-politica-valores-de-una-generacion-que-aspira-a-dirigir-el-pais
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